Grabar, actuar, producir, organizar. Cuando se piensa en una productora de cine, se suelen imaginar estructuras enormes, departamentos separados por vidrio y listas interminables de tareas. Desde Hollywood hasta Seúl, la industria se percibe como un monstruo inalcanzable. Sin embargo, el cine no siempre comienza con un plató millonario. A veces empieza en una playa.
El Faro es una productora emergente nacida en Canarias, cuyo nombre proviene de una playa de La Palma, isla natal de su fundador, Manu González. La productora fue concebida en 2022, a partir de la necesidad de crear, de aprender haciendo y de consolidar una identidad audiovisual propia desde las Islas.
González, director, guionista y jefe creativo, y Enrique Mora, jefe de producción, lideran este proyecto de manera dinámica, donde uno pone la cabeza en lo artístico mientras que el otro se centra en lo logístico. Se conocieron en un rodaje de prácticas, pero González no dudó en su instinto para que formase parte de la productora. «No sabíamos cómo empezar, solo que queríamos hacer cine», resume el director. Y así fue como comenzaron con pocos recursos pero mucha intuición.

El Faro no nació como una empresa registrada, sino como una forma de hacer sin esperar permisos. Las dificultades burocráticas empujaron al equipo a buscar otras maneras de trabajar, resolviendo sobre la marcha y aprendiendo en cada intento. «Aprendes diez cosas y aparecen diez muros nuevos», comenta González. Sin embargo, con cada obstáculo han podido redirigir su rumbo hacia un producto más personal.
Cine con propósito y sin pretensiones
Una de las ideas más firmes en la filosofía de El Faro es la apuesta por un cine sin pretensiones. No buscan relatos inflados, donde se cuenta mucho y a la vez nada. Su jefe creativo prioriza la profundidad de la obra antes que el artificio, el contenido antes que el envoltorio. «No quiero que nuestros trabajos necesiten una tesis para entenderlas. Quiero emoción, profundidad y entretenimiento a la vez», afirma. Esa combinación, que parece sencilla, es en realidad el núcleo de su búsqueda. Quieren obras que hablen claro sin dejar de tener capas, que toquen sin necesidad de impresionar.
El objetivo no es crear piezas crípticas, sino encontrar una forma de narrar que logre una conexión real con quien mira. Que no obligue a descifrar símbolos para sentir. Donde lo íntimo, lo cotidiano, lo humano, se vuelva universal.
La otra cara de la productora es la estructura. Enrique Mora es el encargado de organizar, presupuestar, cuadrar tiempos y encargarse de que cada rodaje funcione, pese al caos inherente al audiovisual. Es quien lidia con la burocracia, los plazos y los recursos limitados. Su labor ha sido clave para que El Faro de pasos hacia una forma de trabajo más estable. «Este último corto, aunque tuvo mil fallos, fue el primero que sentí como propio. Mi ópera prima», recuerda González.
A lo largo del camino han comprobado que tener ideas no siempre es suficiente. En España, y especialmente en el sector audiovisual, las barreras administrativas son complicadas. Para proyectos como El Faro, que nacen sin estructura empresarial, acceder a permisos o ayudas públicas resulta casi imposible. «Nos han puesto mil impedimentos. Si no estás dado de alta como empresa, no puedes acceder a permisos ni a ayudas», explica Mora. La falta de respaldo, además de frenar, limita.
Eso, sin embargo, se traduce en proyectos que requieren una mezcla entre ingenio y persistencia. Y no solo frente al sistema, sino también dentro del equipo. Porque rodar es convivir, y convivir genera fricciones. «Esta es ya la tercera etapa de la productora», admite González. «Cada grupo anterior se acabó disolviendo por diferencias internas. Pero ahora siento que vamos más en serio, con una base más sólida».

Canarias, el plató perfecto
En medio de todas esas dificultades, encuentran un gran beneficio ante la situación. Y es que Canarias es el mejor sitio para comenzar una productora. «Es como haber nacido en los 60 en Hollywood, pero en Canarias y en 2025», confirman ambos. En los últimos cinco años, el Archipiélago se ha posicionado como uno de los destinos más atractivos para el rodaje cinematográfico en Europa. Gracias a los incentivos fiscales, una red de profesionales en crecimiento y una geografía única permiten que la industria local crezca dentro de las Islas para contar sus historias.
Sin embargo, Canarias tiene más que ofrecer además de lo que ya se ve. «Siempre se graba en los mismos lugares, El Teide, Los Tilos… cuando hay muchísimo más», señalan. Aunque el Archipiélago ha ganado protagonismo en la industria, muchas de sus localizaciones siguen siendo invisibles para las cámaras. La mayoría de rodajes tienden a repetirse en los mismos enclaves, desaprovechando el potencial narrativo de paisajes menos explorados que también forman parte del imaginario isleño. Hoy, ese mismo potencial ha hecho que Canarias también se consolide como un lugar clave para formarse en cine, con escuelas especializadas y una comunidad creativa en expansión.
El Faro no nace con la intención de ser solo una productora. Lo que se busca va más allá de los rodajes propios. Su visión a largo plazo es construir un espacio donde nuevas generaciones también puedan empezar. Un lugar que no imponga filtros comerciales ni exigencias de mercado, sino que apueste por la autoría y el aprendizaje compartido. «Nos gustaría que esto se convirtiera en un colectivo, algo que puedan aprovechar como nosotros aprovechamos las manos que nos tendieron», explica Mora.
El Faro surge en 2022 como espacio creativo para el cine independiente. Foto: Aythami BorgesAmbos reconocen que no estarían aquí sin las personas que les guiaron en sus primeros pasos. Profesionales que confiaron en ellos sin pedir nada a cambio, que les enseñaron el valor de equivocarse y de volver a intentarlo. «Nos han enseñado con paciencia, nos han abierto puertas, y ahora sentimos que debemos hacer lo mismo con quienes vienen detrás», confiesa el fundador.
Como productora, buscan construir sin prisas, pero con constancia. El Faro avanza paso a paso, dejando que el trabajo hable por sí solo. Sin promesas ni anuncios vacíos, solo rodajes que se hacen con lo que hay y con lo que se aprende. Aunque aún están en proceso, ya se mueven con más seguridad. Ya que no se trata solo de llegar lejos, sino de hacerlo con sentido.
Y así, entre magnates y farándulas, dentro de un rectángulo en alguna parte del Atlántico, El Faro avanza. No con ruido, sino con presencia. Poco a poco va dejando huella en el panorama audiovisual canario mientras abren espacio para quienes vienen detrás. Con acento propio.










