Los pasillos de los colegios, institutos y universidades están llenos de murmullos sobre entregas de trabajos, exposiciones, exámenes. Sin embargo, es difícil escuchar a alguien comentar sobre el último libro que leyó por gusto, no escuchar quejas cuando el equipo docente manda lecturas para casa… Leer por placer parece haberse convertido en una rareza entre el estudiantado. Pero, ¿por qué? A pesar de convivir con textos académicos, el alumnado ha abandonado la lectura no obligatoria. Ya no se trata sólo de no tener tiempo, sino de un cambio en las prioridades, los hábitos digitales y el sistema educativo.
El Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, publicado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), el 64,1 % de la juventud entre 18 y 24 años afirma leer libros en su tiempo libre. Sin embargo, ese porcentaje ha disminuido ligeramente respecto a años anteriores, y la mayoría reconoce leer menos de lo que les gustaría. El consumo de contenido digital (redes, vídeos, plataformas de streaming) ocupa un lugar predominante.
Además, un estudio elaborado por el Ministerio de Cultura y Deporte en 2024 sobre Hábitos de Lectura y Uso de Bibliotecas en Jóvenes Universitarios señala que el 52 % el alumnado admite que solo lee cuando es estrictamente necesario para una asignatura, y que la mayoría prefiere consumir contenido digital breve en su tiempo libre.
La imaginación desplazada por el ‘scroll’
El profesor de literatura Alexis Pérez señala que la pérdida del hábito lector entre la juventud tiene múltiples causas, pero que el contexto tecnológico es uno de los más latentes. «La juventud de hoy, en su mayoría, han perdido el gusto por la lectura debido al momento histórico que les ha tocado vivir». Asimismo, subraya que «ya no leen, ven y escuchan. Prefieren historias cortas y vacías de contenido como las de TikTok o Instagram, que no comportan esfuerzo alguno».
Pérez lamenta que se haya perdido el hábito de imaginar, de construir mundos a través de la lectura. En su opinión, el bombardeo constante de imágenes impuestas ha sustituido la capacidad para imaginar y reflexionar. «Ya no se sumergen en los personajes o los valores que transmite un libro», comenta. Además, el profesor clarifica un factor cultural que considera igual de importante: el entorno familiar.
«Con la televisión primero, luego internet y ahora esta maraña de aplicaciones, la atención de la juventud ha sido secuestrada», sentencia. Asimismo, recuerda que en generaciones anteriores era común ver a la gente leer el periódico, novelas populares o revistas. Esa exposición cotidiana, asegura, generaba un hábito lector que se consolidaba con el tiempo.
Para él, este cambio no es inocuo, pues la falta de lectura, empobrece el conocimiento del mundo y de la sociedad. Dejando a esta nueva generación más vulnerable ante la desinformación, los bulos y la manipulación. Alerta de un nuevo elemento que, a su juicio, puede empeorar aún más el panorama: la inteligencia artificial. Aunque reconoce que ya está influyendo en nuestras vidas, cree que sus efectos más drásticos sobre el conocimiento y la lectura aún están por venir.
Fomentar la lectura desde la cuna
Candelaria Gutiérrez, profesora de literatura inglesa, coincide en que el entorno actual dificulta el acercamiento a la lectura, desde la infancia hasta la Universidad. «Vivimos en un mundo prácticamente digital. Desde muy jóvenes están cerca de pantallas, móviles, tablets, y eso inevitablemente les roba tiempo y atención», explica. A su juicio, el estudiantado de hoy crecen con muchos más estímulos visuales y auditivos que los que existían hace tan solo una década.
La docente también defiende que el fomento de la lectura debe comenzar desde la infancia, incluso antes de nacer. Recuerda que durante sus embarazos leía libros en voz alta a sus hijas, convencida de que ese tipo de conexión temprana podía marcar la diferencia. Para ella, leer es algo que debe cultivarse con tiempo y constancia: «A lo largo de la vida cambiamos de gustos y autores, pero el hábito lector se construye desde muy temprano».
Aunque reconoce que durante la adolescencia puede haber un repunte de interés por la lectura si se descubre un autor o género atractivo, también advierte de un fenómeno preocupante: «La mayoría solo vuelven a leer por gusto ya en la adultez, cuando logran desconectarse del ruido constante y recuperar su curiosidad intelectual”.
Respecto al uso de la inteligencia artificial, la profesora subraya la necesidad de que no sustituya la imaginación ni el esfuerzo personal. Cree que puede ser útil como herramienta complementaria, pero advierte: «Se ha olvidado que las cosas requieren un trabajo. Si se acostumbran a que todo les sea dado, pierden habilidades clave para su desarrollo».

La inmediatez que impide concentrarse
Desde el ámbito psicológico, la pérdida del hábito de lectura está íntimamente relacionada con la era digital. La psicóloga María José Rodríguez especializada en adolescentes sostiene que la exposición constante a redes sociales ha moldeado una nueva forma de consumir contenidos, más breves, superficiales y mucho menos exigente.
Rodríguez añade que no se trata de que no quieran leer, sino de que la juventud ha reducido su tolerancia al esfuerzo cognitivo sostenido. «Leer implica un silencio mental, una conexión interna que hoy cuesta encontrar. Las personas están sobre estimuladas y acostumbradas a que todo les sea servido en bandeja», aclara.
Además, destaca que esta forma de consumo afecta al desarrollo emocional. Asevera que leer literatura sirve para adquirir vocabulario y conocimientos. «Cuando se pierde el hábito, se pierde la capacidad para entender a la otra persona. Y eso, a nivel social, es preocupante», advierte.
«Leer ya no encaja con nuestro ritmo de vida»
Yuneida Salazar estudiante de periodismo reconoce que, aunque le gustaría leer más por placer, en la práctica casi no lo hace «no es que no me interese, pero siento que nunca tengo tiempo real para sentarme a leer sin pensar en todo lo que tengo pendiente», confiesa. Salazar cree que el problema no es exclusivo de la distracción de las redes sociales, sino una forma de vida que impone velocidad y resultados constantes. «Estamos siempre en modo productividad, incluso cuando descansamos. Nos cuesta desconectar sin sentir culpa», afirma. Según ella, entre las clases, los trabajos, las prácticas y el uso continuo del móvil, se ha ido acostumbrando a funcionar por tareas rápidas.
Asimismo, discrepa con el discurso crítico hacia su generación, Salazar no cree que su generación haya perdido el gusto por leer, sino que las condiciones para hacerlo han cambiado. «Lo difícil es arrancar, una vez estás dentro de un libro, puedes engancharte. Pero cuesta llegar ahí con tanto ruido alrededor», expresa.
La joven de 21 años apunta que, a veces, se siente presionada por la manera en que se consume cultura hoy en día. «Es como si siempre tuvieras que demostrar que aprovechas el tiempo, que lees cosas importantes, que lo compartes en redes y eso hace que leer se sienta más como una obligación que como un placer», reflexiona.










