El timple es uno de los instrumentos esenciales del repertorio tradicional canario. Foto: G. Medina

Cultura viva, juventud presente y una herencia que busca caminos nuevos

Cultura / Ocio

El folclore canario sigue vivo, pero su vínculo con las nuevas generaciones es cada vez más incierto. Aunque continúa presente en romerías, agrupaciones locales y actos institucionales, la tradición musical de las Islas se enfrenta a un reto: conectar con un público joven que ha crecido en una realidad marcada por la globalización cultural y el consumo digital. El acceso a otros lenguajes y ritmos ha desplazado, en muchos casos, a las isas, folías o malagueñas. Sin embargo, existen espacios, desde aulas universitarias hasta escenarios televisivos, donde se están gestando nuevas formas de acercarse a lo que aún sigue latiendo en la memoria popular. No se trata solo de preservar la tradición, sino de volver a sentirla.

«El reto es sembrar curiosidad»


Desde la dirección del programa Noche de Taifas, Darío Cabrera ha sido testigo de cómo jóvenes, al enfrentarse por primera vez a canciones hechas en Canarias, se sorprenden y se emocionan. «Yo sí creo que haya habido una evolución en el consumo de música canaria», afirma. Su programa recibe cada semana a nuevos talentos, y hay quienes se enfrentan por primera vez a repertorios de la tierra. «Intentamos que canten canciones hechas aquí, y cuando las conocen, les encantan», añade.

El plató del programa Noche de Taifas, uno de los escenarios donde la música canaria conecta con nuevos públicos. Foto: G. Medina

Para Cabrera, la clave está en el contacto: «Solo hace falta sembrar un poquito de curiosidad para que puedan descubrir, conocer, y enseguida la música que se hace en Canarias no tendrá que envidiar nada a otras». También destaca que el problema muchas veces no es el rechazo, sino el desconocimiento: «La música está muy globalizada. Si lográramos fortalecer o promocionar más la música canaria, lógicamente llegaría a más gente. Ahí está el reto de los creadores».

«El folclore es lo que nos queda de nuestros ancestros»


Desde la Universidad de La Laguna, la Agrupación Folklórica Universitaria trabaja para evitar que las tradiciones se pierdan. «El folclore es una tradición latente», dicen, «y lo estamos logrando, por lo menos, para que no se pierda». Lo viven desde dentro, entre ensayos y actuaciones, y tienen claro que no se trata de cantar perfecto, sino de cantar con alma.

«Hoy en día los grupos folclóricos se centran más en vender el folclore y en hacer una isa o una folía bien, sin que haya realmente sentimiento», critican. Para la Agrupación lo fundamental es sentir lo que se canta, vivirlo. También destacan un factor clave: la educación. «Se necesita tener una asignatura esencial en todos los colegios e institutos que englobe Canarias: su música, su cultura, su gastronomía…». Y recuerdan: «Nadie nace sabiendo. Un timple o una bandurria no son tan difíciles como parecen».

«La música tradicional debe emocionar o no sirve»


Elvis Sanfiel, presentador de Noche de Taifas y miembro de Los Cantadores, lo dice con claridad: «Las canciones que conforman el repertorio tradicional no son piezas de museo, son canciones que se sienten, que transmiten, que emocionan». En su experiencia, la juventud se acerca al folclore cuando les remueve algo por dentro. «Si haces canciones para que la gente las admire como quien va a un museo, estás mal. Eso no funciona», destaca.

Elvis Sanfiel durante una actuación con Los Cantadores. Foto: G. Medina

Sanfiel advierte que «la gran masa se mueve por sentimientos», y si la música no emociona, se desconecta. «Hay riesgos si no se cambia el chip», sostiene. «No se puede mirar el repertorio como si fueran piezas de museo, sino como un elemento latente, vivo, con capacidad de emocionar». Él mismo cree que los años 70 y 80 fueron una época dorada del despertar cultural, y que ahora se necesita algo parecido.

«Crear es también conservar»


Con años de experiencia como divulgador del folclore en televisión, Alexis Hernández ofrece una mirada crítica, pero esperanzadora. «El folclore es fácil hacerlo llegar a la juventud porque forman parte de ello», explica. Cree que no se trata solo de repetir lo que nos llegó, sino de reinventarlo con respeto. «Hay que adaptarlo a cada época, ampliando repertorios, maneras de cantarlos, arreglos musicales… dejando que aporten su visión».

Hernández firma que «es tan folclore hacer un rap que cuente un romance como cantarlo como hace siglos», y defiende que la creatividad de la juventud es una herramienta para conservar. «La creatividad está muchísimo más fresca en la juventud. Componer canciones, inventar platos inspirados en la cocina canaria, escribir décimas… todo eso es fundamental», dice.

También resalta el papel de la tecnología. «Hoy puedes ver desde tu móvil a personas que ya fallecieron cantando una folía. Eso antes era imposible». Para él, las nuevas generaciones tienen una oportunidad enorme si saben aprovechar lo que ya se ha documentado: «Se aprende de los viejos y se inventa creando. Y todo es folclore».

Un latido que sigue


El folclore, dicen, no necesita que se le admire. Necesita que se le sienta. Para eso, hace falta vivirlo, compartirlo, renovarlo. No solo repetir lo que hicieron los abuelos, sino volverlo propio. Desde un timple en una parranda hasta una décima improvisada. La juventud no está tan lejos. Solo necesitan una invitación. Una clase. Un ensayo. Un escenario. O, como Darío Cabrera, un timple en las manos a los siete años.

La Agrupación Folklórica Universitaria, durante uno de sus ensayos. Foto: G. Medina

La música del Archipiélago no está en peligro de extinción, pero sí necesita adaptarse para seguir viva en las nuevas generaciones. Las ideas se repiten: emoción antes que perfección, cercanía en lugar de rigidez, y espacio para la creación propia. Lejos de tratarse como una pieza de museo, la tradición debe convertirse en algo cotidiano, útil, presente. Las redes, la escuela, los escenarios y las agrupaciones son hoy las herramientas clave para lograrlo. Si se abre la puerta, hay quienes desean cruzarla. Solo hace falta que se les escuche y se les deje crear.

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