El timple canario siempre ha vivido en el seno de las familias, en las parrandas a la luz del sol, en las romerías, en los asaderos y en las folías. Los Sabandeños, Los Gofiones, Benito Cabrera o Domingo Rodríguez (El Colorao) se nos vienen a la mente cuando escuchamos hablar sobre el folclore canario. Aunque la música está en constante evolución y eso también lo experimenta el instrumento. Una nueva generación de timplistas está desafiando las fronteras que nunca se han llegado cruzar con nuevas sonoridades como el jazz o el pop.
La cantante Julia Rodríguez es un ejemplo de ello. «Mi primer recuerdo ya es con el timple en la mano», cuenta. La joven explica que en su casa siempre han habido muchos instrumentos como laudes, pianos, guitarras, timples o cuatros venezolanos. Con los años comenzó en la Escuela de Música donde aprendió a tocar la flauta travesera. «En la Escuela oía y tocaba todo tipo de instrumentos», afirma.
Rodríguez creció escuchando folclore canario, pero sus familiares también le inculcaron otros como el argentino o el venezolano. «Ahora me doy cuenta de que todos los géneros que he escuchado desde pequeña se ven reflejados en las canciones que hago», comenta. Expresa que «mi música se mueve entre el folclore canario y latinoamericano con pinceladas de jazz».
«Se trata de un instrumento que no conoce límites»
Desde su punto de vista, el timple siempre suena diferente porque cada quien tiene su propio sello. «Lo más bonito de la música es que nos podemos expresar como queramos», afirma la canaria. Asimismo, asevera que «la juventud se está formando mucho y hay mucha información en las redes que se nos queda impregnada con la que vamos investigando sin ningún tipo de pudor». Rodríguez tiene clara una cosa: «Estamos demostrando que el instrumento no tiene límites y que es uno como otro cualquiera».
Por su parte, el músico canario Abraham Ramos fue a clases obligado por su padre y abuelo, pero sintió una conexión con el instrumento desde que asistió a la primera de ellas. Comenzó investigando el timple tradicional, pero luego conoció al timplista José Antonio Ramos y descubrió otro mundo. «Me di cuenta que no era solo un camino sonoro que va parrandeando por ahí, sino que es un instrumento que puede ser el solista de una banda», apunta.
«Ahora hay más información y la juventud busca nuevos estilos»
El timplista aclara que le gusta componer música de estilos como new age, world music o jazz. «Me gusta hacer música de la corriente clásica de la que vengo, pero con armonía moderna», revela. Asimismo, asegura que no le gusta hacer temas allegados a ciertos países y que no busca centrarse en estilos como puede ser el del Congo.
El músico recuerda que veía a su hermano improvisar con la guitarra y se aventuró a hacerlo con el timple. Declara que «ahora me doy cuenta que lo esencial es coger la melodía, adaptarla, ponerle la armonía que necesita y después jugar con los recursos del propio instrumento». Además, manifiesta: «Ahora tenemos mucha más información de como suenan otros instrumentos del Mundo y eso fomenta que la juventud esté buscando nuevos estilos y sonidos».
Hay que tener en cuenta las raíces
Como todo, el timple tiene un comienzo y una historia. Todo apunta a que el instrumento nació de las vihuelas y guitarras renacentistas y barrocas llevadas por las sociedades europeas a Canarias. Así fue que siguió evolucionando hasta lo que hoy concebimos como una pieza indispensable en nuestras fiestas del Archipiélago Canario.
Rodríguez cuenta que es importante saber de dónde viene el instrumento, pero que también hay que avanzar. Explica que «cualquier timplista tiene que vivir el folclore canario desde la raíz». Asimismo, dice que es imposible que el folclore no se contamine ya que es un movimiento muy complicado de controlar. «El timple viene de donde viene y la historia no se va a ir así porque sí», sostiene la música.
Ramos afirma que «es necesario saber de donde se viene». Asevera que hay que aprender la técnica básica para poder avanzar a nuevas sonoridades, repertorios y formas de tocar. «Hay que tener presente la seña de identidad del timple», asegura. Además, explica que «el pasado siempre nos dará lo que necesitamos, incluso para innovar más aún».
Una mirada hacia el futuro
El instrumento ha ido pasando por un proceso de evolución, de innovación y experimentación en la búsqueda de sacarlo de la faceta tradicional de folclore, del rasgueo y de los timples sencillos de antaño. José Luis Hernández, profesor de timple en el Conservatorio de Santa Cruz de Tenerife, comenta que «las generaciones más nuevas conciben un instrumento total que puede hacer frente a cualquier tipo de género musical, de repertorio o de proyecto». Asevera que el timple ya no es el protagonista, sino que es el proyecto del artista. «Se trata de una serie de jóvenes que están haciendo evolucionar el instrumento y llevándolo más allá», apunta Hernández.
Sostiene que hay cantera juvenil para el futuro y que el instrumento está viviendo su mejor momento en la historia. «Cada vez hay más estudiantes, no solo de edades tempranas, sino también gente de la tercera edad», explica. Menciona que en caso del Conservatorio tienen entre 20 y 25 estudiantes. Además, destaca que «aunque antes no era común ver a chicas tocar el timple, ahora hay diversidad de género».
«El objetivo del timple es que se deje de ver como un símbolo y se le considere una herramienta musical con la que se puede construir lenguaje artístico», ratifica el músico. También asegura que negarse a descubrir nuevos sonidos en el instrumento va en perjuicio del mismo. «Todo lo que sea progreso está bien recibido», analiza. Hernández tiene una labor para el futuro: «Tenemos que seguir renovando el instrumento para que las nuevas generaciones vayan haciendo su propia música».