«De manera consciente o fortuita, los mapas mienten maravillosamente»

Artes y Humanidades

Kevin Rodríguez Wittmann está preparando su tesis doctoral mientras compagina sus tareas en el área de Filología Clásica, Francesa, Árabe y Románica de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Laguna. Además, forma parte del Grupo de Investigación Latino-Arábica del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la ULL en el que, junto a la profesora Maravillas Aguiar Aguilar, centran sus proyectos en la concepción y desarrollo de la Historia Atlántica a lo largo de la Edad Media. Así, se pretende transformar la idea de que el saber científico de esta materia se dio a partir del descubrimiento de América con los viajes de Cristóbal Colón. Algo que los textos y mapas, herramientas necesarias para desentrañar el pasado, ponen en entredicho al rescatar la memoria medieval.

¿Cómo se concebía el mundo atlántico en la Edad Media? «Los geógrafos medievales hablaban de un Océano que rodeaba circularmente el orbe, como una especie de enorme anillo infranqueable. Esta representación tiene un origen clásico innegable, y pasa al contexto medieval a través de autores como Isidoro de Sevilla, Marciano Capella u Orosio. El Atlántico era un espacio desconocido de primera mano y, por tanto, oscuro. Era una especie de última frontera antes de la nada. Esto no significa que no hubiera travesías por el Atlántico; sin ir más lejos, seguramente a partir del siglo VIII los monjes irlandeses, como parte de una misión evangelizadora fundamental, surcaron el océano para llegar a determinadas islas, y hay muchos testimonios que hablan de viajes por el Atlántico en estos siglos».

Pero seguía sin esclarecerse hasta qué punto se podía llegar… «Ahora bien, el recuerdo de unos límites occidentales del mundo que lo sumían en la oscuridad (ya que el sol se ponía en ellos) era muy potente en la mentalidad medieval, y no todos se atrevían a aventurarse en él; las crónicas narran una sensación de absoluto terror en muchos de los marineros, hasta el punto de tener la seguridad de que se estaban enfrentando a la muerte si superaban ciertos límites impuestos por los grandes maestros antiguos».

Y, ¿a partir de qué período podemos hablar de ‘historia atlántica’? «Tradicionalmente se ha considerado su desarrollo a partir del descubrimiento de América, o al menos desde el siglo XV, otorgando a los períodos anteriores simplemente el papel de ‘precedentes’ sin demasiado interés. Pero creemos que es muy importante tener en cuenta el papel que tuvo siempre el Atlántico en la conciencia europea y árabe, papel que nos habla de la relación del hombre medieval con el entorno geográfico, y nos ayuda a entender el camino que emprendió el Atlántico de límite a escala: de último espacio de la tierra a frontera con un nuevo mundo. No podemos entender esto sin estudiar profundamente la realidad atlántica en toda su magnitud, tanto temática como cronológica».

«Hasta mediados del siglo XX, la idea generalizada era que el descubrimiento de América fue un hecho casi instantáneo, surgió de repente: antes de Colón el Atlántico no existía»


El grupo de investigación LATINO – ARÁBICA pretende ir un paso más allá y dar a conocer la mentalidad medieval, ¿a qué se debe? «Normalmente, los estudios sobre historia atlántica han centrado su atención fundamentalmente a los contactos e influencias recíprocas de las culturas atlánticas después de los viajes colombinos, a partir de finales del siglo XV o principios del XVI. Pero ha habido cierta relegación en cuanto al desarrollo del Atlántico anterior a esa época, no solo las primeras incursiones por ese océano sino también la idea y relación que se tenía con este océano. Algunos autores han hablado de ‘prehistoria atlántica’ al referirse a ello, pero nuestro planteamiento va algo más allá: ante la falta de fuentes y estudios al respecto, nos preguntamos qué papel tenía el Atlántico en la configuración medieval del mundo, en la idea que el hombre y la mujer medieval tenían de la tierra».

Siempre se ha tomado como punto de partida a Colón… «Hasta mediados del siglo XX, la idea generalizada era esa, que el descubrimiento de América fue un hecho casi instantáneo, surgió de repente: antes de Colón el Atlántico no existía. Pero la realidad es que el descubrimiento de América supone el producto de un proceso muy largo de relación y conocimiento del Océano que se había ido gestando durante muchos siglos, sobre todo a partir del período clásico. Y aquí entra en juego la cuestión cronológica: ¿podemos reducir el desarrollo del Atlántico, y por extensión de la humanidad, a fechas concretas?».

A hechos claves… «Es decir, 1492 es una fecha fundamental que todos conocemos, eso es evidente, pero antes de esa fecha ya existía una relación con el Atlántico, ya se estudiaba por los geógrafos e incluso se había surcado. Creo que debemos plantearnos la necesidad de superar esa visión algo reduccionista de establecer límites temporales rígidos e inflexibles, a efectos historiográficos, porque eso acaba por ofrecernos una visión parcial de la historia».

En las diversas ponencias que ha realizado, ¿cuáles han sido los archivos utilizados para su documentación? «Me gusta acercarme a una disciplina relativamente joven a la que se ha dado el nombre de ‘historia de las mentalidades’. A partir de fuentes históricas, literarias, artísticas, cartográficas, etc., intento profundizar en el papel que tiene la isla atlántica como metáfora de una determinada manera de ver el mundo en el período medieval. Creo que la mejor forma de entender esta cuestión en toda su magnitud es a partir de la interrelación de fuentes y de una mirada holística pero profunda».

«Más allá de su evidente importancia como escala en la ruta hacia América, las Canarias siempre fueron una referencia indispensable»


¿Cuáles fueron las sociedades marinas más representativas de este período? «La respuesta a esto siempre depende de la corriente historiográfica a la que nos acerquemos, y en ocasiones los nacionalismos han influido bastante en ello. Pero podemos decir que, en el siglo XV, las principales coronas que se disputaban el control del Atlántico eran la portuguesa y la castellana, que veían una oportunidad de oro para afianzar su poder a través de los nuevos dominios, no solo americanos sino de las islas del Atlántico y parte del continente africano».

¿Qué supuso? «Una verdadera guerra diplomática a través de tratados como el de Alcaçovas o Tordesillas, destinados a repartirse el control del Atlántico de la manera que mejor le convenía a cada uno. Ahora bien, desde un punto de vista social, no debemos olvidar el papel que habían tenido los comerciantes del Mediterráneo, sobre todo genoveses, en el conocimiento de la fachada atlántica en el siglo XIV e incluso a finales del XIII, que contribuyó a una nueva forma de conocimiento y representación del Atlántico, ejemplificado en la tradición cartográfica de los portulanos, más cercanos a un conocimiento empírico del medio geográfico».

Centrándonos en Canarias, aparte de la conocida posición geostratégica de las islas y el misticismo que narraban las crónicas, ¿qué más aportaciones y suposiciones produjeron en este contexto? «El archipiélago canario siempre tuvo un papel especial en la conformación histórica y mental del Atlántico. Forman parte de una amalgama de puntos de referencia sin los cuales el Atlántico, simplemente, no se puede entender. Siempre se habló de las Islas Afortunadas, y si bien no podemos asegurar una relación directa con las Canarias, ya a partir de los mapas del siglo XIV esa relación es indiscutible. Más allá de su evidente importancia como escala en la ruta hacia América (con todos lo que ello conlleva), las Canarias siempre fueron una referencia indispensable».

¿Cree que se conoce lo suficiente el papel que desarrollaron las Islas durante estos siglos? «Este es un tema que da para mucho, y del que se ha discutido mucho. Ha habido avances muy importantes en este sentido en los últimos años, pero aún queda trabajo por hacer. Creo que es importante analizar no solo el papel histórico y socioeconómico de las Islas, que por supuesto es clave, sino también su importancia referencial, el rol que cumplen en la mentalidad medieval como espacios insulares limítrofes del mundo conocido. Es decir, encontrar el lugar de este archipiélago, y por extensión del concepto insular, en la visión medieval del mundo, así como en la propia relación simbólica del hombre con el entorno geográfico».

«Es un gran ejemplo del poder de los mapas a la hora de manipular, consciente o inconscientemente, nuestra manera de ver el mundo, y nuestra forma de relacionarnos con el entorno geográfico»


Me gustaría que aclarara el término ‘islas atlánticas’. ¿Qué aspectos quedan por saber de ellas? «Hace ya varias décadas que se habla de una corriente historiográfica de gran interés, la historia atlántica, que se basa en un estudio interrelacionado del papel del Atlántico y sus tres orillas (europea, americana y africana) en el devenir de la Historia. Y evidentemente las islas que componen este océano tienen un papel fundamental. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, y sobre todo a finales del mismo, los estudios históricos, económicos, arqueológicos, etc., que toman las islas atlánticas como objeto principal han contribuido de una manera muy especial a una nueva forma de conocer el pasado de estos territorios, pero creo que aún falta profundizar en un concepto clave: el papel de la insularidad atlántica en la historia de las mentalidades (otra corriente historiográfica muy reciente, y también fundamental)».

¿De qué se trata? «Estudiar la idea que se tenía de las islas del Atlántico en el contexto medieval, antes de la Era de los Descubrimientos, y su relación con los límites occidentales del mundo conocido, es una cuestión básica si queremos entender el desarrollo no solo del Atlántico, sino de la manera que tiene el ser humano de relacionarse con el entorno geográfico».

La Isla Sandy es uno de los temas que ha tratado, es irónico que siendo una ‘fantasmal’ aparezca en sistemas informáticos o que Francia mantenga su soberanía sobre ella, ¿por qué se sigue investigando? «Es una buena pregunta. De la isla Sandy se ha hablado desde finales del siglo XIX, aunque se ha dicho que incluso James Cook la mencionó. La podemos ver en los mapas desde hace dos siglos, y siempre se dio por hecha su existencia justamente por eso, porque aparecía en los mapas oficiales de Australia y Nueva Caledonia. No fue hasta 2012 cuando se descubrió que esa isla no existe, aun cuando aparecía incluso en Google Earth; este tema lo trata Alastair Bonnett en un libro bastante reciente llamado Fuera del mapa. Hay quien dice que era realmente un banco de arena que desapareció, e incluso que era una especie de firma, de ‘marca de agua’ del cartógrafo que la representó por primera vez. Pero el caso es que estuvo presente en mapas serios, científicos».

Son los que, al fin y al cabo, nos ‘muestran’ cómo es la Tierra… «Creo que es un gran ejemplo del poder de los mapas a la hora de manipular, consciente o inconscientemente, nuestra manera de ver el mundo, y nuestra forma de relacionarnos con el entorno geográfico. Damos por hecho que un lugar existe y tiene una forma determinada porque lo vemos en un mapa, no se nos ocurre que una imagen por satélite nos mienta. Pero sí, de una manera consciente o fortuita, los mapas mienten maravillosamente. Y lo interesante es que Sandy no es el único territorio irreal que se ha representado hasta hace muy pocos años; hay muchas islas fantasma desperdigadas por el mundo, y a veces el descubrimiento de su inexistencia ha dado pie a teorías conspirativas, pero el caso es que hoy, como hace 500 años, nuestra idea del mundo está moldeada por el enorme poder de influencia que los mapas tienen en la mente del que los observa».

«No tiene sentido estudiar la mentalidad medieval con una mirada actual, porque son planteamientos mentales totalmente diferentes»


Una de las tareas más arduas al que se enfrenta el investigador de la Edad Media es a la diferenciación entre fantasía y realidad, ¿cómo se distingue lo que es exacto de lo que no? «Esta es una cuestión a la que he dado muchas vueltas, y creo que la mejor manera de acercarnos al estudio sobre la Edad Media es cambiar nuestra mentalidad mientras lo hacemos. Nosotros tenemos muy claro que existe una diferencia innegable entre lo que es real y lo que es imaginario; diferenciamos claramente ambos conceptos como dos cuestiones enfrentadas.

Algo que se contrapone al imaginario de la época… En el contexto medieval esa diferenciación no existía: los monstruos, dragones y demonios eran tan reales como el aire que respiramos, y esto afecta al concepto geográfico más que a cualquier otro aspecto. No tiene sentido estudiar la mentalidad medieval con una mirada actual, porque son planteamientos mentales totalmente diferentes. La visión positivista que hemos heredado del siglo XIX no nos hace ningún favor a la hora de investigar estos temas».

Entre las actividades que han llevado a cabo en relación a estas investigaciones se encuentra el seminario Edad Media, Atlántico e insularidad atlántica: nuevas perspectivas, ¿cuáles fueron las sensaciones? «Fueron unos días tremendamente interesantes y fructíferos. Debo decir que hemos podido celebrar este evento gracias a la financiación del MINECO al proyecto de investigación FFI2014-56462 desarrollado por el grupo ‘Latino-Arabica: textos y contextos del saber griego, latino y árabe’, del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la ULL. Se comentaron ideas muy buenas, y estamos muy satisfechos del resultado de las jornadas, tanto en términos de contenido como de asistentes. Nuestra intención es que esto no quede como un evento aislado, sino que siente un precedente y podamos celebrar nuevas ediciones en el futuro. Conlleva mucho trabajo de organización, financiación, pero el resultado indudablemente merece la pena, y esperamos que esto contribuya a ampliar nuestra visión sobre una época de nuestro pasado que tiene indudables reflejos en nuestro presente».

¿Qué líneas de investigación aborda ahora? «Tengo varias líneas de investigación abiertas sobre temas que me interesan mucho, y de los cuales no se ha trabajado demasiado, pero la principal aborda la representación del Atlántico y sus islas en la cartografía medieval, antes del siglo XV, que es justamente el tema de mi tesis doctoral. Gracias a la financiación obtenida por la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Gestión de la Información, que me ha permitido dedicarme a estas investigaciones gracias a un contrato predoctoral, tengo varios proyectos en desarrollo, tanto en relación a esa línea de trabajo como a otros aspectos, y espero que puedan ver la luz lo antes posible».

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