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    El Lago Martiánez desde la Antigua posición defensiva de San Telmo. Foto: Álvaro Tortú.
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    Vista del muelle pesquero portuense desde la antigua defensa. Foto: Álvaro Tortú.
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    La figura de Agustín de Betancourt fue fundamental para el desarrollo del Puerto. Foto: Álvaro Tortú.
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    El Dr. Víctor Pérez fue uno de los promotores de la ciudad turística. Foto: Álvaro Tortú.
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    La Plaza la conforman 4 pequeñas entradas. En su centro encontramos una ñamera. Foto: Álvaro Tortú.
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    Uno de los jardines que conforman esta pequeña y acogedora Plaza. Foto: Álvaro Tortú.
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    La Casa de la Familia Miranda se encuentra a los pies de la Plaza de Europa. Foto: Deskgram.
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    El Atlántico contra las murallas de la fortificación defensiva. Foto: Álvaro Tortú.

Puerto de la Cruz: leer con encanto

Literatura

El pequeño municipio en el norte de la isla de Tenerife posiblemente reúna una cantidad importante de elementos culturales e históricos en muchos de sus rincones. Su casco antiguo lo recorre una arquitectura que se inicia en el siglo XVII, como por ejemplo la Casa de la Real  Aduana, próxima al muelle pesquero. Su adoquín azabache, el entresijo de su callejero, los bancos verdes fijados por el tiempo, el encanto natural de las plazas,… El Puerto de la Cruz es un lugar para abandonar por unas horas la rutina, de alejarse de muros y paredes de habitación. Un pueblo donde, con un libro y un paseo bajo el brazo, se erige el plan perfecto para leer a la luz de todo día.

Todo lector habitual sabe que leer o seguir una lectura no es ir saltando líneas como si estas fueran murallas de letras. El entorno y la actitud con la que enfrentar un texto tiene la habilidad de cambiar una historia, de alimentar el amor u odio hacia un personaje, de apagar todas las luces e incluso, luchar y tratar con el silencio. Un escenario siempre es importante desde todos los ángulos y perspectivas que existen por ello, se recomiendan los siguientes lugares para sumergirse en cantidad de párrafos que desee, en los versos que elija, en un banco o sobre un muro que peina el mar de las cinco de la tarde. Usted, simplemente, elija el momento, la compañía y, por supuesto, el libro.

Plaza del Charco


El corazón de la ciudad portuense se columpia entre los toboganes para los niños y los grandes árboles que intentan cubrir el cielo. El ruido y las huellas de los visitantes se entremezclan a toda hora, por lo que no es un lugar para leer un texto de forma profunda y, digamos, calmada. En esta ocasión el lector de a pie tiene la opción de poder leer entre su libro y la Plaza, y comprender su historia e importancia mientras el vuelo de las palomas se tuerce y se imagina el charco que creaba el mar cuando se adentraba en el pasado como un caminante más.

La Plaza del Charco es el corazón de la ciudad portuense. Foto: Álvaro Tortú.

Plaza Dr. Víctor Pérez


En honor al Doctor Víctor Pérez, un promotor importante para el turismo en el Puerto, esta plaza roza continuamente con la antigüedad (1904) a la sombra del Hotel Los Príncipes, cerrado a día de hoy. Este lugar agradable y acogedor se halla en unas horas constantes de silencio, que ni si quiera rompe la algarabía natural de la Calle San Juan. Rodeada también por la Ermita de San Juan y por la Iglesia de San Francisco, este espacio reúne todos ingredientes para perderse en una lectura en mitad de un enclave histórico y tranquilo.

La Plaza Dr. Víctor Pérez, entre una encrusijada de historia. Foto: Álvaro Tortú.

La batería de Santa Bárbara


Detrás de la ya mencionada Casa de la Real Aduana, se encuentra esta fortificación defensiva en la Plaza de Europa, frente al Ayuntamiento y la Casa Miranda (XVIII). Sus muros sólidos y grisáceos defendieron durante un tiempo el Puerto Viejo de la bandera pirata que ondeaba en una mar sin ley. Sobre los cañones del siglo XVIII y XIX no solo una foto se puede compaginar con el paisaje, mientras se repasa la espuma brava del Atlántico, sino también con un libro entre las manos. Un espacio que parece natural entre las entrañas del hombre, donde el olor a pólvora pasa ahora por el de la sal.
La batería de Santa Bárbara junto al muelle pesquero. Foto: Álvaro Tortú.

Plaza de la Iglesia


La Plaza de la Iglesia es por antonomasia el sitio idóneo para emprender una aventura de palabras, rodeado de pequeños y cuidados jardines alrededor de una fuente. El leve goteo de agua y la escaramuza de los pájaros volando entre las altas palmeras y árboles, dibujan un techo perfecto para la imaginación. Los bancos verdes crean cierto aire de antaño y en frente, se erige una iglesia de piedra negra, lúgubre hasta su campanario. Con ello, junto a la escultura de Agustín de Betancourt y Molina (1758-1824), uno de los personajes más importantes en la historia de la ciudad, se crea un cuadrilátero capaz de acoger y atrapar a cualquier viajero o lector: la portada que todo libro y escritor desearía.

La Plaza de La Iglesia, a las cinco de la tarde. Foto: Álvaro Tortú.

Casa de Miranda


El XVIII vio colocar, posiblemente, la última teja o ventana de esta majestuosa casa que habitó la Familia Miranda, de los cuales, Francisco de Miranda «fue considerado el Precursor de la Emancipación Americana contra el Imperio Español». Este Bien de Interés Cultural lo ocupa una cafetería que restauró el inmueble hace unos años. Los clientes o visitantes de la misma pueden remover su café o té bajo techos y sobre columnas que forman parte de la historia de las Islas y del Puerto de la Cruz, al igual que sus balcones estrechos. Junto con al somnoliento pero agradable olor a madera, un libro se degusta entre paredes inmejorables con una luz que al atravesar la vivienda de tres plantas, cobra la de aquel siglo de  oro y mercadería de la ciudad portuense.

La Casa Miranda, en la entrada de la Plaza de Europa. Foto: Álvaro Tortú.

Batería de San Telmo


Junto a la Batería de Santa Bárbara, la de San Telmo se convirtió en otro de los ojos vigilantes y defensores de la ciudad. Con el horizonte atlántico como marca páginas y el calor de la ermita junto a un meticuloso suelo de callaos que conforma una pequeña plaza, el lector puede naufragar sobre los antiguos muros junto a los baluartes blancos. A su derecha encontramos el Lago Martiánez, proyectado por el artista canario César Manrique, desde donde se pueden apreciar sus originales móviles que juegan con el viento, los árboles plantados a la inversa o bien, las diversas piscinas del recinto.

El Lago Martiánez desde la antigua posición defensiva de San Telmo. Foto: Álvaro Tortú.

 

 

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