Mi caos

Opinión

Mi nombre es Lanka, tengo 30 años y nací en Bangkok, Tailandia. Mi vida no ha sido nada fácil. Empezando por aquel noviembre de 1986, cuando con tan solo dos años fui separado de mi familia, hasta ahora no he vuelto a saber nada de ellos y dudo mucho que algún día podamos volver a reencontrarnos.

Las tierras de mi ciudad apenas me vieron crecer en libertad durante dos años. Un 5 de agosto de 1988 todo cambió. Recuerdo con algo de confusión todo lo acontecido aquel día; de repente ruido, el suelo empezó a temblar, papá nervioso y más protector que nunca, más ruido, más polvo. Nos seguían. Oía explosiones a mí alrededor y ruidos de motores, de máquinas que nos perseguían, decidimos separarnos para despistar, yo me fui con mamá y todos los demás bebés, sin embargo la huida duró poco. Un avión nos vigilaba desde lo más alto del cielo y había visto como nos dispersábamos, rápidamente los furgones cambiaron el rumbo hacia nosotros e hicieron que todos los niños nos separásemos de nuestras madres. Después de eso solo recuerdo gritos, muchos gritos, y lágrimas. Apenas podía moverme me encontraba algo mareado y dormido, unas gruesas redes me apretaban la piel y poco a poco mis ojos se fueron cerrando.

Al cabo de unas horas desperté seguía aturdido pero ya no sentía ese hormigueo que me había paralizado durante vete tú a saber cuánto tiempo. Abrí los ojos. No sabía dónde estaba. Aquel sitio era totalmente desconocido para mí. Un grupo de personas me rodeaban con expectación, intriga y supongo que algo de miedo o, al menos, yo lo tenía de ellos. En ese instante comprendí que aquello iba a ser mi nuevo hogar. Al principio me sentía solo, no conocía a nadie. La rutina fue marcándome poco a poco. Día sí y día también nos entrenaban durante horas. Ejercicios que nunca imaginé hacer, figuras y coreografías que ejecutaba al sonar un silbato. Lo cierto es que me aplicaba al máximo y mis cualidades se veían recompensadas a priori con algo más de comida. A medida que iban pasando los días mis entrenadores se percataron de mis virtudes y decidieron que ya estaba preparado para convertirme en el protagonista del espectáculo.

Sin embargo mi vida dio un giro de 180° el 24 de febrero de 2010, la función había salido como siempre: un par de saludos, seguidos de muchos aplausos, un par figuras y más aplausos, por último el gran truco final y más ovación. Todo el mundo eufórico menos yo, pero ya estaba acostumbrado.

Al terminar el show me volvieron a meter en las pequeñas jaulas que tenía por casa y a partir de ahí todo cambió. Anna, mi entrenadora, se acercó a mí y yo no sé porque razón no reaccioné como siempre. Recuerdo como la cogí del brazo y la arrastré por el suelo. Sus intentos por huir no fueron suficientes. El polvo, mi innumerable peso y mi fuerza acabaron con su vida. Había matado a Anna, aquella cuidadora que tras 14 años me había enseñado todo lo que sabía hacer. No es una excusa, pero yo nunca había hecho algo así; el cautiverio, la trágica captura y separación de mi familia, los métodos de enseñanza, el continuo acoso por parte de mis otros compañeros y las malas condiciones de vida habían hecho mella en mí.

Mi nombre es Lanka tengo 30 y vivo en apenas unos metros cuadrados en una jaula de un circo, ahora apenas interactúo, y paso horas y horas separado del resto, la gente dice que soy una elefante asesino. Lo que ellos no entienden es como me siento yo entre barrotes.