Foodtopía se inició hace aproximadamente doce años. Foto: PULL

Jesús Pagán: «Nuestro futuro está en cambiar los hábitos de consumo»

Medioambiente

Jesús Pagán es cofundador de Foodtopía, un proyecto que se inicia con el objetivo de reducir el consumo energético y el impacto medioambiental del sector alimentario a través de una producción, transformación y distribución local de los alimentos. En un principio, Foodtopía se dedicó a la venta de productos con estas características en tiendas situadas en la Universidad de Murcia. En la actualidad, trabajan con termopolios, comunidades de 150 personas en las que se producen y consumen alimentos. Con ello, se reduce hasta en un 80 % el gasto energético y de agua.

¿Por qué comienza el proyecto? «Siempre habíamos pensado que era imposible que la sociedad pudiera seguir adelante con ese sistema alimentario que consume el 30 % de la energía global, emite el 57 % de las emisiones y consume el 80 % del agua potable».

¿Cuál es uno de los principales problemas de nuestra dieta actual? «Un gran problema es la carne, ocho mil millones de personas no tienen posibilidad de alimentarse a través de esta. Cuando te alimentas de un animal se necesitan seis o siete veces más terreno agrícola y no estamos en condiciones de disponer de ello. Nuestros suelos están fuertemente dañados».

Ante esta problemática, ¿qué soluciones plantea? «La única solución posible ahora mismo es una dieta de subsistencia, sin productos de origen animal y con menos calorías. La ciudadanía española come una dieta de 3 300 calorías, esta es tóxica porque nos sobrealimenta».

Una nueva vía para alimentar a la sociedad


Y desde Foodtopía, ¿qué alternativas proponen? «Lo que vemos en el proyecto es que puedes comer por una dieta que requiere ser vegana porque, de lo contrario, la producción es insostenible. No estamos a favor ni en contra del veganismo pero la única solución es una dieta de 1800 calorías con estas características.

¿Qué actividades desarrolla en la actualidad? «Foodtopía mutó hacia el proyecto “Termopolios” que pretende reducir el precio del alimento a la tercera parte, reducir un 75 % el consumo de energía, el 75 % el consumo de agua, la morbilidad y las emisiones de Co2. El primero de ellos está funcionando en la ciudad de Valencia, lleva en experimentación nueve meses».

¿En qué consisten los termopolios? «Se basan en una máquina eléctrica hipoenergética que cada hora y media puede confeccionar unos 130 platos de cuchara, de unos 400 gramos y 780 calorías, a un precio de 1,2 euros cada uno. Es una vía para que la sociedad se pueda alimentar. Tenemos que tener en cuenta que en una época como la actual, de crisis climática, lo más importante no es, por ejemplo, el coche eléctrico, sino asegurar el alimento».

Producir 130 raciones de comida en el termopolio equivale a quemar medio kilo de madera. Foto: PULL

¿Cuál es el impacto de establecer estas comunidades? «La huella de carbono de los termopolios es muy baja, se reduce como mínimo el 80 % así como el consumo de agua y de energía. En este país hemos usado 120 millones de kilos de petróleo para producir nuestro alimento. En la cesta de la compra van incluidos nueve kilos aproximados de este material. Eso produce una huella de carbono tremenda».

Como comentaba, sus platos cuestan alrededor de 1,2 euros ¿Cuál es la clave para que sean tan baratos? «La clave es que sea local. Además, en el proyecto eliminamos, los envases, el plástico, los transportes y la transformación es in situ, lo que implica un enorme ahorro energético».

¿Qué dificulta que se desarrollen más termopolios? «Proponerle a una figura política que cambie la infraestructura del país y desaparezcan los grandes grupos de alimentación supone una revolución que cambia tanto la estructura que nadie lo va a defender. Es un milagro que exista uno en Valencia».

«Hay una escasa conciencia sobre nuestros hábitos de consumo»


¿Ha observado una respuesta favorable hacia el proyecto? «El ser humano responde, no cuando está ahogado, sino cuando tiene el agua en la boca. La gente no tiene conciencia. Se encuentra en un paraíso en el que va a un supermercado y tiene todos los productos a su alcance. Resulta difícil descolgarse de este sistema y pasarse a una dieta vegana».

¿Cómo fomentan el cambio hacia estas dietas? «En Valencia llevamos a cabo un experimento en el que añadimos ingredientes adicionales con sabor cárnico para atraer a aquellas personas que no saben comer sin un ingrediente de origen animal, además el precio es un gran incentivo. Si en cada comunidad se prescindiera de personal, es decir, las mismas personas se encargaran de activar la máquina, las comidas podrían costar entorno a 0,5 y 0,6 euros el plato».

¿Cómo imagina el futuro ideal del sector alimentario? «El futuro de la alimentación debe ser que asistamos a una comunidad en la que se gestione el alimento. Vivimos en una sociedad en la que la sanidad, la educación y el transporte es público y el bien común para la vida: el alimento, lo hemos dejado en manos de las grandes multinacionales y cadenas de supermercados que especulan con algo tan imprescindible para la vida».