La tarde del jueves, 24 de abril, el Museo de la Naturaleza y la Arqueología (MUNA) se convirtió en un escenario cargado de emoción para quienes asistieron a la presentación de Bruma, la nueva colección de Inmaculada Rodrigues. No era un desfile más, era una cita especial, íntima, porque Tenerife no solo fue el lugar del evento, sino también el hogar de la diseñadora. El ambiente se impregnó de esa calidez desde el primer momento, hasta llegar a la noche, que prometía más de una sorpresa.
El desfile comenzó a las 19.05 horas y la línea de prendas se inspiró en el espectáculo natural del mar de nubes que se forma en el pico del Teide. Bruma toma como referencia ese momento mágico en que la niebla desciende por las laderas y se desliza entre los pinos. Cada vestido, completamente blanco, captura esa sensación de pureza y movimiento etéreo. Las telas fluyeron como si fueran parte de ese paisaje y las formas juegan con la idea de lo intangible. La colección es un homenaje a esa niebla canaria que lo envuelve todo sin imponerse, suave pero presente, sutil y poderosa al mismo tiempo.

La gran sorpresa de la tarde vino de la mano de la propia Rodrigues. Al haber presentado este conjunto de prendas por primera vez en Madrid, quiso reservar algo especial para Tenerife, su lugar de procedencia. Por eso, la segunda parte del desfile incluyó piezas inéditas que no habían formado parte del primer pase: vestidos de novia, monos y otros diseños en color pensados para invitadas y estilos. Así ampliaron el universo estético de la colección. Fue un gesto de generosidad hacia su tierra y su gente.
Cris Sosvilla, madrina de la colección, tuvo un papel destacado al abrir la segunda parte del desfile. Después de un emotivo discurso, apareció en pasarela luciendo un mono de tono marrón grisáceo con cola de vestido y mangas de gran volumen. La pieza, imponente y delicada a la vez, captó la atención del público desde el primer momento. Fue una elección que rompía con la paleta blanca predominante y que daba paso al resto de la colección.

Las modelos desfilaron con joyas de la firma Roselinde, de Ros Jiménez. Las piezas de diseño atrevido y formas escultóricas aportaban un contrapunto visual a la ligereza de los tejidos. Pendientes largos y collares llamativos sumaban dramatismo y sofisticación al conjunto. El maquillaje con purpurina en párpados y pómulos brillaban bajo los luz de la tarde como si fueran parte de ese mar de nubes que inspiró la colección. La decoración del espacio, elegante y sutil, junto a un catering estuvo a cargo del Grupo Jesús Rodrigues. Todo ello fue posible gracias a la colaboración con Tenerife Moda, que apoya y da visibilidad a este tipo de citas tan especial con el diseño desde las Islas.
El cierre del desfile dejó en el aire una emoción difícil de definir, como si todo el espacio hubiese quedado suspendido por unos segundos en la misma bruma que daba nombre a la colección. El público respondió con un aplauso largo, cálido, casi agradecido. No fueron pocos los que comentaron en voz baja lo especial que había sido vivir ese momento en Tenerife y lo bonito que era el ambiente a su alrededor. Las cámaras de los móviles buscaron capturar lo inasible, pero Bruma no se deja guardar fácilmente: como la niebla, se siente, se vive… y luego se desvanece suavemente, dejando una huella emocional que dura mucho más que la tela.