Galardonada con el Premio del Jurado del Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary (República Checa) y arropada por un aluvión de críticas positivas, este fin de semana se incorpora a la cartelera del Tenerife Espacio de las Artes El repostero de Berlín (2017). Entre el viernes 10 y el domingo 12 de agosto, el espacio cultural de la capital tinerfeña ofrecerá sesiones dobles por un precio de entrada de 4 euros. Pueden adquirirse en línea o en taquilla. Las proyecciones serán a las 19.00 o a las 21.00 horas.
Oren, el israelí con el que Thomas apenas acaba de iniciar una relación, ha muerto. El joven pastelero alemán decide entonces volar hasta Jerusalén, siguiendo el rastro de migajas que ha dejado su fugaz y adúltero romance. Auspiciado por la esperanza de conectar con el pasado de su difunto gran amor, pide trabajo en el café de la viuda de Oren. Aunque Anat desconoce la relación del recién llegado con su marido, pronto descubre su talento como repostero y, guiada por el estrecho vínculo que existe entre ambos, decide seguir su instinto pese a los reproches del resto de la comunidad judía.
Se cuece, de este modo, un drama culinario que parte de un fugaz romance para luego reposar el grueso de su trama en la extraña forma en la que el ser humano se enfrenta a la pérdida. Pese a que se ve atravesado por otro gran estigma social de la era posmoderna, el amor homosexual, el filme deambula por asuntos relativos más sutiles aunque igual de trascendentales.
Asimismo, otro de los conflictos esenciales de la trama es la integración del protagonista en un barrio conservador judío, donde las cafeterías necesitan el certificado kosher, es decir, se rigen por una estricta normativa alimenticia.
Pasión por el cine y los fogones
Con un reparto encabezado por Zohar Shtrauss (María Magdalena) y Sarah Adler (Foxtrot) y firmada por el hasta ahora cortometrajista Ofir Raul Graizer, El repostero de Berlín o The cakemaker, en su título original, se aleja de la temática clásica de otras películas del género.
Esta vez, la tragicomedia de cintas como Ratatouille, Chef o Como agua para chocolate se transforma en un drama de cocción lenta, en la que la guinda del pastel la pone la crítica social.