En un momento en que la moda busca diferenciarse y conectar con sus raíces, la artesanía textil canaria ha resurgido como un valor añadido. El calado, la roseta o el ganchillo, métodos que durante décadas fueron símbolo del saber popular, ahora entran en los talleres de diseño como elementos de identidad, exclusividad y sostenibilidad. En las manos de diseñadores y diseñadoras, estas prácticas tradicionales se transforman en propuestas contemporáneas que hablan del territorio, la historia y la cultura.
Las técnicas artesanales siempre han estado presente en el día a día de las Islas. Pero su papel dentro del sistema de la moda actual no es un simple homenaje al pasado, sino una forma activa de repensar cómo se produce y consume la ropa. Desde marcas de alta costura hasta talleres independientes, cada vez más modistas del Archipiélago apuestan por incorporar estas formas como una declaración estética y ética. «Para mí, no se trata solo de decorar una prenda. Es darle valor a lo que somos y de dónde venimos», afirma la diseñadora nupcial Inmaculada Rodrigues.
De lo doméstico a las pasarelas
La moda nupcial es uno de los sectores donde el trabajo manual encuentra más espacio. En el taller de Inmaculada Rodrigues, cada vestido se elabora con esmero. «Usamos bordados a mano, técnicas de fruncido, de costura tradicional, e incluso nuestras etiquetas están bordadas manualmente, no usamos las comerciales», explica. Aunque reconoce que estas prácticas no son fáciles de mantener en la ropa de diario, en prendas especiales como los trajes de novia tienen gran acogida. «Las clientas valoran que algo esté hecho con calma, con historia, con cariño», añade.
Esa misma idea la comparte Carmen Díaz, artesana del calado que ha innovado llevando esta técnica a la joyería contemporánea. «Vi que el este método podía ser algo más que un mantel. Empecé a experimentar con hilos de colores brillantes, creando piezas únicas que ahora uso en complementos como collares o pendientes», cuenta. Díaz forma parte de una nueva generación de artesanas y artesanos que entienden la importancia de adaptar el legado al lenguaje visual de hoy.

Identidad tejida a mano
En todos los casos, la implementación de estos métodos no son un simple gesto decorativo. «Cuando uso este método artesanales en una prenda, no lo hago solo por estética. Lo hago porque cuenta una historia», comenta Inmaculada Rodrigues. Y esa historia es la de muchas mujeres, y también algunos hombres, que durante generaciones sostuvieron parte de la economía familiar a base de puntadas. Para Antonio Rodríguez, artesano de roseta y calado, estas técnicas forman parte del ADN cultural de Canarias: «Es identidad. Cada diseño que recuperamos, cada hilo que enseñamos a usar, es una forma de decir que esto sigue vivo».
Rodríguez es un referente en la revalorización de la artesanía en Tenerife. Además de participar en ferias y obtener reconocimientos como el Premio Gánigo, imparte talleres en colegios, institutos y escuelas de diseño. Para él, el vínculo con la moda es clave para mantener viva la tradición: «Una persona que paga 3000 euros por un vestido exclusivo puede pagar un poco más. Eso le da alma a la prenda».
Además del valor cultural, la artesanía también ofrece una respuesta a los desafíos del consumo rápido. Muchas marcas están adoptando prácticas más sostenibles, y lo hecho a mano se posiciona como una alternativa ética. «Cada vez más clientas quieren que su vestido se pueda reutilizar, transformar, o al menos conservar como algo único. Hay un cambio de mentalidad hacia consumir menos y mejor», dice Inmaculada Rodrigues. Esa sostenibilidad no es solo ambiental, sino también emocional. Una pieza calada no es solo un objeto, sino una experiencia, un recuerdo. «La gente se emociona cuando ve una técnica que les recuerda a su infancia o una etapa de su vida», apunta Carmen Díaz.

Desafíos y oportunidades
La falta de apoyo estructural sigue siendo un problema. «Hay políticas públicas que ayudan, y otras que solo nos usan como relleno en las fiestas. Hace falta más continuidad y más presencia en los programas educativos», señala Antonio Rodríguez. También apunta a las dificultades logísticas que enfrentan al gremio artesano: «Vender fuera de Canarias es muy costoso. Los materiales, los envíos, las aduanas, todo eso limita mucho».
Aun así, todos coinciden en que hay un renacer en marcha. «Si antes nadie sabía lo que era una roseta, ahora vienen a las ferias a preguntar, a mirar y a aprender», cuenta Antonio. Y añade que «si logramos que la juventud se acerque a esto, aunque solo una persona de cada cien se quede, ya será un avance».
Raíces canarias, puntadas de futuro
La moda canaria actual no quiere parecerse a la de ningún otro sitio. Y en ese proceso de búsqueda de autenticidad, las técnicas textiles tradicionales se están convirtiendo en aliadas. Desde collares calados hasta vestidos de novia bordados, lo que antes era considerado folclórico ahora se resignifica como arte y patrimonio.
Dentro del mundo del diseño, de la artesanía y de quienes consumen se está empezando a tejer una nueva relación con el estilo, más consciente y más arraigada. Una novedad que no solo viste, sino que cuenta quiénes son. Como dice Carmen Díaz: «Somos de aquí, y hay que tener orgullo de lo que hacemos con nuestras manos».










