Monumento inaugurado en 2003 en homenaje al arte verseador en Tijarafe. Foto: A. Acosta

Canarias contada en verso

Cultura / Ocio

La tradición oral ha sido, durante siglos, el pilar invisible sobre el que se ha construido parte de la cultura canaria. Relatos, leyendas, canciones y saberes transmitidos de generación en generación que, sin necesidad de la escritura, han permitido conservar una historia viva. Un archipiélago marcado por el entorno geográfico, los flujos migratorios y la limitada alfabetización en distintas etapas de su historia. En consecuencia, la palabra hablada se convirtió en un sistema de memoria colectiva y expresión identitaria. Más que un simple vehículo de entretenimiento o transmisión cultural, la oralidad sirvió para el pueblo canario como refugio, denuncia, celebración y arte. 

Los primeros registros de poesía popular en lengua castellana se remontan al siglo XV en la Península Ibérica, bajo el nombre de Romance. Florecía en entornos rurales y festivos de las clases bajas, pero alcanzó la calidad de la poesía culta. Durante la Edad Media surgió también la copla, una forma más breve y sencilla, estructurada en cuatro versos octosílabos que la convirtieron en un medio ideal para la oralidad. Durante el Siglo de Oro, Vicente Espinel fijó una nueva forma poética: la décima espinela. Su estructura compleja de diez versos octosílabos, rima consonante y esquema muy concreto la llevó a formar parte de ambientes literarios más formales.

A lo largo de su historia, el archipiélago canario ha desempeñado un papel fundamental como puente cultural entre España y América, y la poesía no fue una excepción. La décima, en especial, protagonizó un viaje de ida y vuelta que la transformó de manera profunda. Al regresar desde Cuba, lo hizo convertida en una forma popular, con una variante musicalizada denominada punto cubano, reconocida Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO en el año 2017.

cartel y escultura décima en Tijarafe
Esta tradición es uno de los pilares que sustenta la vida del municipio. Foto: A. Acosta

La copla y la décima convivieron en el mismo espacio, con funciones y temas comunes. Entre sus diferentes modalidades destacan dos formas por su importancia en la sociedad canaria. La noticiera funcionaba como un periódico en verso y se utilizaba para relatar hechos significativos o que perturbaban la tranquilidad del pueblo. En La Palma se encuentran registrados en décimas eventos desde el año 1900 hasta el volcán Tajogaite. Por otro lado, la décima epistolar consistía en la correspondencia entre América y Canarias mediante cartas escritas en verso.

Ambas formas de expresión coexistieron. Sin embargo, su desarrollo no fue uniforme, ya que la popularidad varió según la isla. En Tenerife predominó la copla, mientras que en La Palma se encontraba una mayor concentración de decimistas. En la llamada isla bonita se registran decimistas en casi todos los municipios, salvo Santa Cruz de La Palma, debido a que su condición urbana favorecía otras formas más cultas de expresión literaria.

En particular, algunas zonas de la isla, como Tijarafe, destacan por su profunda relación con la décima. Según el historiador y cronista oficial del municipio, Policarpo Martín Cruz, uno de los factores clave para la consolidación de esta tradición fue la significativa emigración hacia Cuba. «Donde más ha echado raíces la décima es en aquellos lugares donde más emigración hubo a Cuba, y gran parte del centro del país es de Tijarafe. Mucha migración era estacional para la zafra y es lógico que, en todo ese tránsito de personas, la tradición se conservara de manera especial. Esto se suma al aislamiento que vive el municipio, que es básico para conservar la cultura local», explica.

Centro cultural dedicado a la preservación y difusión de la décima. Foto: A. Acosta

El factor oral y la improvisación jugaron un papel crucial porque la mayoría de personas que practicaban la décima no sabían leer ni escribir. Quienes trabajaban en el campo pasaban largas horas solitarias y encontraban en la poesía una forma de entretenimiento y expresión personal. 

Justo Pérez Cruz, natural de Villa de Mazo, decimista y coordinador del proyecto La Palma Punto y Aparte, señala que le sorprende la perfección técnica y la sensibilidad con la que estas personas componían sus versos. «En la mayoría de los casos eran personas bastante rudas que sorprendía que tuviesen esa delicadeza a la hora de escribir», declara. A pesar de no contar con formación académica y ser autodidactas mostraban gran dominio de la composición, lo que les permitía establecer una conexión profunda con su entorno a través del arte.

A finales de los años 70, la tradición estuvo a punto de desaparecer. Con el paso del tiempo, quienes practicaban la poesía popular se fueron haciendo mayores y no se producía un salto generacional. A ello se sumó la escasa visibilidad de esta manifestación artística, pues estaba vinculado a ámbitos familiares y reuniones privadas, lo que dificultaba su transmisión. 

Eduardo Duque y Yapci Bienes improvisando en Los Llanos de Aridane. Foto: A. Acosta

Francisco Javier Díaz Díaz, verseador y recopilador de poesía popular del sur de Tenerife, sostiene que «la poesía popular se mantendrá viva mientras haya quien la escriba, quien la memorice y quien la cuente». Explica que, en ocasiones, encuentra composiciones conocidas, pero desde nuevas perspectivas. «Está escrita tal como lo vivió y sintió la gente, sin censura ni filtros impuestos por intereses externos. Transmite los sentimientos del pueblo, y esa es la verdadera importancia de la poesía popular», afirma.

A partir de los años 90, la tradición experimentó un punto de inflexión. Este resurgir coincidió con la aparición de figuras como Yeray Rodríguez y Yapci Bienes, a quienes Díaz Díaz atribuye gran parte de la recuperación, gracias a los proyectos que impulsaron. También, asegura que Justo Pérez Cruz jugó un papel fundamental en La Palma al realizar una exhaustiva recopilación.

Justo Pérez Cruz subraya que la labor de recopilar décimas es «un trabajo de arqueología». Su iniciativa, La Palma Punto y Aparte, comenzó en el año 2000, cuando la verseadora Nieves Clemente le entregó su obra para que no se perdiera. «Encontramos décimas escritas en el reverso de una factura o en trozos de sacos de pienso», relata. Esa primera publicación, titulada Las décimas de La Garrafona, marcó el inicio de un proyecto que este año celebra su 25 aniversario, con el propósito de rescatar la obra de autores populares de la isla. «Ha sido una experiencia muy grata, he descubierto verdaderas joyas. Siempre encuentro algo nuevo», declara.

Hoy en día, la décima canaria y la americana presentan diferencias. Mientras que en el otro continente quienes cultivan este arte viven de ello de manera profesional, en Canarias esta situación no se da. El Punto Cubano de La Palma guarda parecido con el que surgió en Cuba a principios del siglo XX. Sin embargo, en Cuba, a partir de las décadas de 1930 y 1940, se trasladó a los medios de comunicación y aceleró el género: los tiempos se comprimieron, las pausas se redujeron y los toques se volvieron más rápidos.

El futuro de la tradición


En Canarias, esta tradición se ha transformado en una representación sobre los escenarios. Yapci Bienes, verseador palmero, valora de manera positiva este nuevo enfoque. «Es muy importante el formato espectáculo en nuestra tierra por su capacidad de intercambio con otros ámbitos. De no ser así, la décima permanecería cerrada, limitada a un público reducido y a los mismos grupos de creadores», comenta Bienes.

Además de la exposición pública, las nuevas generaciones desempeñan un papel esencial en la preservación de la tradición. Cada vez más, la juventud atraída por la improvisación se acercan a este género desde otras disciplinas como el rap. Díaz Díaz afirma que «cualquiera que tenga un poco de sensibilidad puede componer décimas, solo se necesita pasión». Aunque reconoce que el trabajo realizado desde los centros educativos es positivo, señala que una tradición no se puede recuperar de un momento para otro.

Se están realizando esfuerzos para que las generaciones jóvenes continúen la tradición, y Pérez Cruz subraya la importancia de permitirles acercarse a este mundo sin prejuicios. En cambio, Policarpo Martín Cruz plantea un futuro del Punto Cubano alejado de las instituciones. «¿Quién quiere versar hoy en día? La décima tiene que estar en el pueblo, alejada de la institución», sugiere. Asegura que, si la tradición se deja en manos de las instituciones, está condenada a desaparecer, porque no les importa la cultura popular. 

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