El reloj del dinero se pone en marcha. Cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día se produce a manos llenas. Con el tic tac van cayendo unos céntimos en la máquina más poderosa del mundo: la ambición humana. Los empresarios son personas al igual que sus trabajadores, pero se olvidan de eso, porque, aunque crean que no, también tienen vida fuera del trabajo. Sin embargo, vivimos para trabajar cuando se debe trabajar para vivir. La ironía más grande de este mundo se refleja cuando se acude al empleo el 1 de mayo, Día del Trabajo, fiesta nacional y jornada no lectiva pero, claro, si todos dejamos de laborar, aunque sea por unas horas, el mundo se viene abajo.
Esas largas 10 horas o, incluso, 12, agotan a cualquiera, y eso depende además del humor con el que encuentres al jefe, pero hay muchas cosas que pagar, así que solo queda aguantar y comprar mil cremas para los dolores, poner una sonrisa forzada y seguir adelante.
Miles de personas, 20,9 millones para ser exactos, según los datos de Internacional Labour Organization, en 2012, sufren esta tortura, y no hablo solo de trabajadores que hacen más horas de las que tienen concertadas, porque ello se ha convertido en una práctica bastante habitual, también me refiero a la gente que ni siquiera tiene contrato. Por el motivo que sea, si tienen un accidente laboral se van a la calle sin nada. O los que deberían desempeñar su oficio durante determinado tiempo diario o semanal y realizan el doble de lo acordado.
La esclavitud del mundo moderno se esconde detrás de contratos basura, de condiciones buenas, aparentemente, que luego cambian y cuando ya estás dentro es difícil salir de ese infierno, ya sea por miedo a no poder encontrar algo mejor o porque se está encerrado en las cadenas de los convenios. ¿Cuánto tiempo crees que se aguanta este ritmo? Hay trabajos con condiciones dignas, y sí existen.