El pasado 17 de febrero Nikolas Cruz, alumno del Instituto Marjorie Stoneman Douglas (Parkland, Florida), asesinó a 17 compañeros con una AR-15, un arma semiautomática. 3000 adolescentes vieron cómo Cruz mataba a sus amigos y compañeros de clase, pero no solo 3000 pares de ojos se abrieron ese día. Estas mentes se armaron y consiguieron que 500 000 personas reaccionaran ante este sinsentido y acudieran a las manifestaciones. Es increíble pensar que un país que todavía arrastra el fantasma de la matanza del Instituto Columbine haya tardado casi 20 años en darse cuenta de que la vida de niños y adolescentes tiene que estar muy por encima del derecho a la posesión de armas.
El movimiento March For Our Lives ha triunfado sobre el escepticismo de la sociedad ante cualquier acto promovido por millennials. Evitando críticas e insultos de los defensores de la Asociación Nacional del Rifle, un grupo de estudiantes de entre 11 a 19 años ha dado una lección a los Estados Unidos.
“Si escucháis atentamente podréis oír a las personas temblar en el poder»
La aparición de este movimiento en el panorama político-social junto a la acción de los millenials y la “Generación Z”, que votaran en las elecciones de noviembre de 2018 y en las presidenciales de 2020, puede cambiar la jerarquía de poderes de la primera potencia mundial. Ya lo dijo David Hoggs, superviviente del tiroteo de Parkland: “Si escucháis atentamente podréis oír a las personas temblar en el poder”.
Este poderoso grupo de jóvenes activistas representa al amplio espectro que conforma la población estadounidense y han sido lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta y aprovecharlo. Un gran ejemplo es Naomi Wadler una pequeña de 11 años que ha sido tachada de hablar en nombre de un adulto. Ella vivió un tiroteo en su colegio en Alabama y su papel en March For Our Lives no es solo representar a los niños más pequeños afectados por la falta de control de armas, sino que es la encargada de dar a conocer cada una de las historias de las jóvenes afroamericanas asesinadas que no llegan a merecer ni unos segundos en los medios de comunicación.
Esto ya no es solo por salvar la vida de preadolescentes y adolescentes, lo que reivindican va mucho más allá. Es una cuestión de sensibilizar, de recordar que no todas las vidas valen lo mismo y de hacer reaccionar a un país retrogrado que tiene las mismas leyes desde el siglo XVIII. Sam Fuentes, otra alumna del Marjorie Sonteman Douglas, tras vomitar en la emisión en directo de su poema durante la manifestación del 24 de marzo, dio la clave a toda esta locura: “Quitemos las armas de las manos de la gente equivocada”.