El ingeniero Carlos Soler es el autor de obras como La Fuente Santa. Foto: M. G.

Timanfaya: de tragedia a bendición

Sociedad

El Estudio Científico de los Recursos de Agua en Canarias SPA-15, realizado en el año 1975, afirmaba que bajo el suelo de Lanzarote se encontraba un enorme acuífero que ocupaba toda la Isla. Esa idea ha estado en vigor hasta hace escasamente tres años cuando Carlos Soler, doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y exprofesor de la ULL comenzó sus investigaciones. Desde hace veincitinco años el experto venía advirtiendo de que el concepto estaba mal planteado. Sin embargo, nunca obtuvo presupuesto dado que «mucha gente no quería que hubiera agua porque a través de las desaladoras se estaba cobrando hasta casi tres euros el metro cúbico, y nuestro proyecto podía abaratar ese precio de manera considerable».

Hace tres años un grupo político contactó con él para financiar el proyecto con la ayuda económica de la empresa Cicar y la Fundación Cesar Manrique. Soler formó un pequeño equipo de trabajo y, gracias a la utilización de la geofísica, un sistema cuya función es revelar lo que hay bajo tierra a través de señales que rebotan en las capas mediante descargas y cargas explosivas, detectó agua.

La permeabilidad del terreno


Sin embargo, Soler indica que la idea de un acuífero único no es posible porque «de los 800 kilómetros cuadrados que puede tener Lanzarote solo hay doscientos en los que el terreno es permeable, es decir, en los que se infiltra el agua bajo el suelo». No obstante, estos 200 kilómetros cuadrados a los que se refiere el ingeniero corresponden a los malpaíses de Timanfaya y la Corona, por lo que se trataría de dos acuíferos diferentes en lugar de uno como se creía hasta ahora.

Además, subraya que «desde el SPA-15 todos los planes de hidrología mostraban que del total del agua que cae de la lluvia se perdía el noventa por ciento y solo el diez se infiltraba, y nosotros nos estábamos encontrando con que en estos lugares casi el cien por cien de la que cae se va directamente para abajo, por lo que hay diez veces más agua de lo que se creía». Además, apunta que «en el fondo la erupción de este volcán fue una tragedia que se acabó convirtiendo en una bendición para las siguientes generaciones».

Respecto a la calidad del agua, Soler asevera que si esta no fuera la adecuada se podría corregir a través de la utilización de unas máquinas especializadas, «lo que siempre será mucho más barato y requerirá mucha menos energía de la que supone desalarla». Sin embargo, el especialista asegura que existen varias opciones para evitar que el precio suba en caso de la calidad no sea la adecuada. «La primera opción es que el Estado subvencione su tratamiento terciario, y la segunda que parte del agua extraída sea vendida a la agricultura», de manera que los beneficios vayan destinados a tratar el resto para emplearla en el abastecimiento urbano.

Soler manifiesta que existe una tercera opción que es, además, mucho mas sensata. «Cobrar muy cara el agua a los turistas, entre los cincuenta céntimos y tres euros, según sea necesario», expresa. El experto garantiza que al turista le supone una cifra insignificante durante su estancia, «sobre todo teniendo en cuenta que los conejeros, en la actualidad, pagan casi tres euros por cada metro cúbico». Según ha evaluado el equipo, gracias a estos dos acuíferos el precio bajaría hasta los veinte céntimos para los lanzaroteños. De esta manera, el esquema que plantea el creador del proyecto es que «el turista paga la obra, el abastecimiento urbano es muy barato, y el agua para la agricultura es gratis».

«Si se produjera un conflicto en Arabia Saudí, la Isla se quedaría sin agua»


Carlos Soler afirma que «lo que yo estoy buscando es que los conejeros dejen de pagar esas facturas tan caras y dependan de las desaladoras como ha ocurrido hasta ahora». El catedrático subraya que estas suponen la subordinación del abastecimiento urbano a la energía y el petróleo, por lo que si «en algún momento se diera un conflicto en Arabia Saudí, Lanzarote se quedaría también sin agua».

Concluye que cuando un lugar se sostiene en un cien por cien gracias al empleo de métodos como el de la desalinización, «es como si el agua también viniera importada de fuera, y eso es un gran error».

Lo último sobre Sociedad

Ir a Top