Mejora tu composición corporal con las grasas

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Durante las últimas décadas del siglo pasado y al principio de los 2000, la recomendación de los nutricionistas era controlar mucho el consumo de grasas en la alimentación. Había una fuerte creencia de que al consumir alimentos ricos en grasas, los michelines y el colesterol en sangre iban a aumentar, llegando a relacionarlas directamente con enfermedades cardiovasculares. No obstante, lo que no se tuvo en cuenta hasta hace pocos años, es que lo realmente importante es saber elegir el tipo de grasas que se incluyen en el plan alimenticio, puesto que no todas son iguales ni tienen el mismo impacto en el organismo. Hay que dejar atrás los mitos de los 90 y entender que no son el enemigo.

¿Qué son las grasas y cómo consumirlas?


Son uno de los tres macronutrientes esenciales que lo seres humanos debemos ingerir para funcionar correctamente. Al igual que los carbohidratos, tienen función energética directa sin elevar la insulina, de reserva, termorreguladora, son precursoras de ciertas vitaminas como la D y también es un componente fundamental para la regulación de las hormonas. Tal vez este último sea uno de los más importantes a la hora de planificar una dieta con el objetivo de mejorar la composición corporal, ya sea para ganar masa muscular o para perder grasa, puesto que el ambiente hormonal va a controlar todos los progresos.

Así pues, son necesarias y útiles en el organismo y no se pueden desterrar de la dieta. No obtante, hay que tener en cuenta que son bastante densas calóricamente, en comparación a los hidratos y las proteínas. Mientras que un gramo de los dos últimos contiene 4 calorías, las protagonistas de hoy tienen 9 calorías por gramo. Es por esto que se deben consumir cuidando las porciones y eligiendo las de mejor calidad.

En una dieta equilibrada, lo normal es que el 30% de las calorías diarias proceda de este macronutriente, entre un 40-50% de carbohidratos y 20-25% de proteínas. Sin embargo, cada persona es un mundo y hay quienes no toleran bien los hidratos, por lo que usar las grasas como fuente de energía principal sin eliminar del todo a los primeros puede ayudar a contrarrestar este efecto y adelgazar. Para aquellas personas que están en etapa de definición, donde se restringen un poco más los macronutrientes energéticos por excelencia, aumentar la ingesta de grasas es clave para que la energía no decaiga.

Tipos de grasas


Las grasas saturadas son las que más castigadas han estado. Están presentes en las carnes animales, sobre todo en aquellos cortes en los que la grasa es más sólida y visible. Las grasas elevadas a altas temperaturas como los aceites para las frituras no son las mejores tampoco. No obstante, hay alimentos ricos en grasas saturadas que son muy buenos, como el aceite de coco o el ghee, una mantequilla clarificada. Se componen de ácidos grasos de cadena media que llegan al cuerpo directamente a dar un chute significativo de energía, además de que soporta altas temperaturas sin degradarse, por lo que son ideales para cocinar.

Las grasas insaturadas se dividen en las monoinsaturadas y poliinsaturadas. En los últimos años, la comunidad científica ha vinculado los primeros a la prevención de cáncer y el ingrediente favorito es el aceite de oliva crudo en ensaladas, por ejemplo. Los segundos, están unidos, por un lado, al omega 3 que se encuentra en pescados como el salmón o la sardina, suplementos a base de aceite de pescado o fuentes  vegetales como las nueces o las semillas de linaza o chía. Un complemento de 1 a 3 gramos diarios traerá muchos beneficios al funcionamiento cerebral. Por otro lado, al omega 6 que está presente en distintos aceites como el de cáñamo, girasol, calabaza, los huevos o frutos secos como almendras, anacardos o mantequilla de maní, exclusivamente hecha a base de este ingrediente. El aguacate y las aceitunas son una fuente muy rica de omega 9, también dentro de las grasas insaturadas.

Las mantequillas naturales de frutos secos son una excelente opción.

Las grasas trans son las más dañinas puesto que son artificiales y refinadas por el ser humano. Las toman en su estado natural, que suele ser normalmente líquido y las solidifican. El resultado es algo similar a un plástico que el cuerpo no reconoce y que el consumo prolongado puede llevar a distintas enfermedades metabólicas, cardíacas, y a un aumento significativo del colesterol y triglicéridos. El mejor ejemplo es la margarina, hecha con aceites vegetales hidrogenados, pero también están presentes en bollería industrial.

Beneficios hormonales


La mejora de la sensibilidad a la insulina, hormona que se encarga de transportar el azúcar en sangre, está asegurada con la ingesta de grasas buenas. La membrana de las células tienen una serie de lípidos que cuanto mejor nutridos estén, trabajarán de forma más eficiente para dejar pasar el azúcar al interior. Por lo tanto, el páncreas no segregará tanta insulina, el apetito estará mucho más controlado, la quema de grasas será más efectiva y el riesgo a sufrir diabetes de tipo dos disminuirá.

Mujeres con índice de grasa corporal muy bajo tienden a sufrir desajustes hormonales.
Mujeres con índice de grasa corporal muy bajo tienden a sufrir desajustes hormonales.

Por otro lado, las hormonas sexuales como los estrógenos, la progesterona y la testosterona estarán mucho más reguladas. Para aquellas mujeres que tienen problemas y desajustes en el ciclo menstrual, una forma de empezar a remediarlo y controlarlo, es aumentar el consumo de grasas. De hecho, muchas mujeres que entrenan con un volúmen de trabajo muy elevado, sobre todo de ejercicios aeróbicos tienden a perder su menstruación porque no toman suficientes lípidos.

 

Nada me gusta más que una buena mente traviesa y ágil para conversar. Curiosa por naturaleza, con ansias de comerme el mundo. Ando siempre en busca de la perfecta combinación de palabras.

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