Inmaculada Perdomo, profesora titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la ULL

“El sello original de nuestra cultura es situar a las mujeres como el género débil”

Ciencias Sociales y Jurídicas

La directora del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y profesora titular de la ULL, Inmaculada Perdomo, desarrolló la conferencia Construcción de lo femenino. La naturaleza de las mujeres según la ciencia en el siglo XIX que forma parte de las jornadas ‘Primavera Violeta’. El acto, en el que se expuso la visión de la mujer según los distintos campos científicos de dicha época, tuvo lugar ayer a las 19:00 horas en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. También contó con la presentación del intendente de Ópera de Tenerife, Alejandro Abrante.

Desde los estudios del famoso científico y naturalista, Charles Darwin, hasta los del fundador de la psicología comparada, George John Romanes, fueron analizados en el evento por su percepción sobre la inferioridad de la mujer. Un pensamiento que posee un origen que se ha desarrollado en la cultura a lo largo del tiempo. Los primeros trabajos en los que se muestra esta visión pertenecen al reconocido filósofo y científico Aristóteles, quien recogió en sus estudios las diferencias del sexo en machos y hembras de numerosas especies de animales, además de las distinciones del ser humano en relación a los dos géneros.

“Defectuosas y débiles” son algunos de los adjetivos con los que el filósofo griego describe a las mujeres. Según Perdomo, este es uno de los precedentes más destacables del machismo que seguiría presente en la ciencia los siguientes siglos, constituyendo “el sello original de nuestra cultura” que tendría como práctica habitual “situar a la mujeres como el género débil”.

La inferioridad y la autoridad científica


La profesora Perdomo explicó cómo la ciencia en el siglo XIX, caracterizada por avances científicos y tecnológicos como la locomotora o el teléfono, obtuvo toda la credibilidad de la sociedad. De este modo, ha ido adquiriendo “una autoridad que no había tenido hasta ese momento”, según comentó Perdomo.

Con la aparición del movimiento feminista, los científicos respondían con estudios sobre las diferencias entre el hombre y la mujer. Respaldados con un gran consenso, pues “buscaban justificar los roles y la figura de la mujer en la sociedad”, afirmó. Entre los diferentes ámbitos, se encontraba la Craneología con el peso de los cerebros.

También se abarcaron aspectos como la inteligencia o las emociones, describiendo a los hombres como poseedores de “un vigor intelecto”, mientras que las mujeres estaban dotadas por una actitud infantil y muy emocional, la cual no controlaban, según el psicólogo George John Romanes. Esta característica era considerada “propia de una raza inferior”.

La Biología llegaba a condicionar su propio intelecto, según la ciencia de la época. Aspectos como la menstruación podían dificultar el desarrollo intelectual, llegando a plantear “la disminución del desarrollo mental para aumentar el desarrollo de la maternidad”, según Perdomo. Se recomendaba dejar de lado aspectos como su educación para dedicarse exclusivamente a funciones que se consideraban obligatorias, como la reproducción.

“Era fácil achacar las muertes o las dificultades del parto a las mujeres” por no seguir las recomendaciones médicas. No obstante, la razón residía en los métodos médicos pocos desarrollados de la época. Esto potenciaba “una perfecta simbiosis entre la ciencia y el rol que establecía la sociedad para la mujer”.

Ningún derecho


En el momento de contraer matrimonio perdían derechos sobre cualquier tipo de propiedad, dinero o sueldos si lo poseían, así como todo lo que producía su cuerpo. Desde el trabajo hasta sus hijos. No existían legalmente, lo cual favorecía la violencia contra la mujer, la explotación y la trata. Pues la prostitución era legal y aceptada, desde las clases más altas hasta las más bajas, desde avanzadas edades hasta los trece años, límite legal para comenzar a ejercer esta práctica.

La venta de niñas por parte de familiares era habitual llegando a rondar las cinco libras. Todas las veces con motivos exclusivamente sexuales, esto explicaba los procesos médicos para comprobar su virginidad, además de las recomendaciones de los médicos hacia los compradores “para que no se resistieran ante la violación”.

Las dificultades en torno a las enfermedades aumentaron, estableciendo leyes que permitían someter a mujeres a exámenes médicos forzados en plena calle, ejercieran o no la prostitución. Posteriormente eran “enviadas al hospital y en muchos de los casos a reformatorios”. Esto dio la posibilidad de nuevas y variadas prácticas para intentar dar solución a estas enfermedades, “probando todo, pues las mujeres eran propiedad de los hombres”. Perdomo destacó que se realizaba con el fin de “mantener la supuesta responsabilidad de la mujer, no solo con su cuerpo, sino con la sociedad para mantener su especie”.

 

 

 

 

 

 

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