María Padrón, víctima de la prostitución, superviviente y ahora luchadora

Sociedad

El feminismo aborda la vida humana desde una perspectiva igualitaria entre hombres y mujeres en defensa de los derechos humanos y la libertad en todos los ámbitos. El patriarcado es un sistema estructural que se sostiene en unas bases misóginas y fundamentalmente de abuso y cosificación de las mujeres. El sistema prostitucional ejerce graves abusos y violencia sobre los cuerpos con los que mercantiliza. La opinión pública camina en dos direcciones contrapuestas: la regularización o la abolición de la prostitución. Para poder generar un pensamiento propio es necesario conocer la realidad de las personas a las que les afecta esta decisión. Nuestro testigo directo, de dicha explotación sexual, emplea un seudónimo para conservar su integridad.

El sistema patriarcal en general, el neoliberalismo sexual y la prostitución en particular componen un mundo opresor y maltratador para todas las mujeres. No solo son víctimas las prostitutas, lo son sus hijas e hijos, todas esas niñas que piensen que es una opción o aquellas mujeres precarizadas que no ven otra salida. María Padrón es víctima, superviviente y ahora luchadora.

María Padrón viene, no solo de un país muy machista, sino de un narco estado proxeneta como es Colombia. La cultura colombiana sexualiza y cosifica a todas las mujeres, especialmente a las niñas. «En Latinoamérica los mismos padres venden a sus hijas», explica. La prostitución infantil es el mayor producto. En los burdeles había muchísimas pequeñas que traían los mafiosos del campo y de la selva. La justicia no existe, nadie habla porque el dinero es blanqueado por las propias instituciones. Hay una impunidad enorme.

Ella siempre sintió que esa situación era horrible, aunque para la mayoría era algo natural. En los colegios se normalizaba hasta tal punto que sus compañeras lo veían bien. “Tenía una compañera con 14 años, que jamás se me olvidará su cara, a la que acompañaba al lugar en el que un hombre de 68 le daba dinero a cambio de sexo, con el consentimiento de su familia”, cuenta la testigo. Los proxenetas pagan en función del uniforme que lleves, allá la sociedad está dividida en estratos y cada uno accede a su respectivo centro educativo según su nivel adquisitivo.

«Mi mamá fue víctima de trata de blancas»


La situación familiar de nuestra protagonista es un ejemplo del daño que hace el patriarcado.  «Mis hermanos han sido consumidores de la explotación sexual a pesar de que mi mamá estuvo en ese… yo lo llamo crimen, durante muchos años», cuenta. Las condiciones también se daban porque su  familia era muy humilde. Su padre era adicto a las drogas y lo mataron dentro de ese mundo. «Mi mamá se vio una mujer joven sola, pobre, con sus hijos en un país como Colombia y pues bueno… tuvo que adentrarse en el sistema prostitucional. No tuvo otra salida», explica.

Fue en los años 90 cuando empezó el movimiento migratorio y de la explotación sexual de las mujeres latinoamericanas para Europa. Así fue cómo se convirtió en víctima de trata. Antes de marcharse, les dejó a sus hermanos y a ella a cargo de otras personas en diferentes lugares. “Me dejó en la casa del hombre que me había violado, pero ella no lo sabía”, cuenta la víctima. Su infancia fue muy triste y traumática. Su mamá nunca dijo a lo que se dedicaba, María se enteró recientemente.

La historia de su madre comenzó en  Alemania, la llevaron primero a un macro burdel. Ella se logró escapar con otras 4 mujeres de diferentes nacionalidades. Se fueron en un tren a Italia y estuvieron trabajando un tiempo ahí ya por cuenta propia. Entonces, le hablaron de Canarias por el clima.  El frío donde ejercía la prostitución por aquel entonces era insoportable y ellas estaban siempre semidesnudas en la calle para poder «venderse». Llegó a España y comenzó a traer a su familia poco a poco.

La regularización de la prostitución hace que puedas pedir una cerveza y un servicio. Foto: E. Delgado

«El amor romántico patriarcal casi me mata»


Cuando María Padrón llegó a España, al comenzar la universidad, conoció a un empresario del que se enamoró. Resultó ser en realidad uno de los mayores narcotraficantes de Canarias y pertenecía a una organización criminal. Siempre estaba viajando y cuando estaba por aquí era muy controlador. Le pidió matrimonio y al casarse fue cuando comenzó el maltrato físico, sumado al psicológico. «Soy una superviviente, pero lo que casi me mata fue el daño mental y emocional que me hizo», declara entre lágrima María. Estaba tan sometida que se convirtió en su testaferro para blanquear.

Ella se vio tan atrapada que cuando se quiso divorciar no pudo. Su vida era insoportable debido a lo que se dedicaba su pareja: Tenían que estar huyendo constantemente, noches de irse de madrugada, siempre tener una maleta preparada. «Yo no tenía ni idea sobre trámites legales», explica la testigo para reconocer que «tampoco se me pasaba por la cabeza denunciarle porque él me había advertido de lo que les había hecho a sus exparejas». Le tenía muchísimo miedo. Lo que más le dolía era que él fuera adicto al sistema prostitucional.

Sus familiares, su abuela, siempre le dijeron que el amor es sufrimiento. Lo normalizaban todo, sobre todo las infidelidades. Ella entendía que por ser mujer era lo que le tocaba sufrir, que le peguen, que le violen, que le humillen. «A mí me criaron en esa sumisión», afirma. Nadie la ayudó a salir de esa situación, nunca tuvo un referente. Trató desesperadamente salir de eso pozo, pero solo se ahogaba más.

Literatura de referencia feminista. Foto: E. D.

«El feminismo me salvó la vida y me dio una nueva oportunidad para ser feliz»


Los psicólogos y la sociedad siempre la han revictimizado. Empezó a formarse en terapia y comenzó a leer muchos libros dedicados a ayudar a mujeres. En ellos se hablaba muchísimo del patriarcado. Comenzó a ver respuestas a través del movimiento feminista y le brindó la esperanza y las herramientas que necesitaba. “Entendí el mundo en el que vivo, en el que no ha sido culpa de mi mamá ni mía sino del sistema”, afirma María Padrón y concluye con que: «Me salvó la vida y me dio una nueva oportunidad para ser feliz».

La realidad chocó con su vida hace muy poco tiempo. «Mi madre nos contó toda su vida hace apenas seis años, al igual que le contamos todo lo que mi hermana y yo pasamos con nuestros violadores cuando se fue. Fue un alivio y una liberación poder contarlo. Mis hermanos se avergüenzan de ella, pero yo la comprendo y la respeto. Ella también siente mucha vergüenza de sí misma», explica ella.

La visión que a día de hoy tiene sobre el sistema que ha denigrado, explotado, consumido y maltratado el cuerpo de las mujeres solo conduce hacia un camino: La abolición. Finalmente declara que «la mujer no es una mercancía».

El poder del cambio reside en la sociedad


El cambio social hacia una vida más digna y más justa para todas las personas, sobre todo a aquellas que han sufrido en las garras del capitalismo más inhumano, reside en la acción individual y la unión como sociedad. Por eso, es tan importante la labor de programas de atención y protección como «La casita», que ofrece salidas vitales y laborales para salir de la prostitución. También es muy necesaria las medidas y decisiones tomadas desde las instituciones y tenemos el derecho y la obligación de exigir nuevas leyes y sistemas que protejan y velen por la integridad de todo el mundo.

Los referentes son indispensables para provocar una reacción de lucha. Leticia Dolera, escritora, guionista y activista, considera que la prostitución no puede considerarse un oficio más. «Para algunos el intercambio de un billete legitima la explotación, pero muchas mujeres que han sido víctimas de esta explotación explican como las secuelas psíquicas, físicas y emocionales no son las que te dejan otro trabajo», explica.

La abolición para la escritora es la única vía. «En los países donde se ha regulado ni ha mejorado la calidad de vida de las prostitutas ni ha disminuido la trata de seres humanos. Al contrario, se ha conseguido que puedas pedir una caña y un servicio por diez euros. En países donde se han puesto en práctica estas políticas, como Suecia, está demostrado que ha disminuido la trata», argumenta.

Las cifras y los datos pueden hablar por sin solos, pero cuando son las personas las que sufren, sangran y sienten deberían ser alzadas sus voces frente a las de los consumidores y todos los que se lucran de un sistema que las destruye. La abolición es la respuesta a un problema que durante años se ha barrido bajo la alfombra.

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