A mis 21 años, pensar en el envejecimiento podría parecer prematuro o incluso absurdo. Sin embargo, en una sociedad obsesionada con la juventud eterna, resulta imposible no observar los mensajes contradictorios que recibimos sobre hacerse mayor. Me refiero a lo que ya sabéis: conversaciones familiares, publicidad que promete detener el tiempo o el cine que raramente celebra el paso de los años.
Cuando veo an mis padres, en específico a mi madre, observarse al espejo cada mañana, percibo sus batallas internas. Según un estudio de la Universidad de Michigan, las mujeres dedican un promedio de 55 minutos diarios en evaluar su apariencia, comparado con 37 minutos en el caso de los hombres. Pero más allá del tiempo invertido, lo increíble y revelador es la carga emocional: el 78 % de las mujeres reporta sentimientos negativos durante este ritual diario a partir de los 40 años.
¿Cómo nos preparamos las nuevas generaciones para un proceso que parece generar tanto rechazo social? En las redes sociales, donde habita gran parte de mi generación y pasan la mayoría de su tiempo, ha creado una realidad paralela donde las imperfecciones desaparecen en un clic. Hemos llegado a un punto de dependencia y se ha normalizado esta versión mejorada de nuestra verdadera imagen. El problema viene cuando nos enfrentarnos a nuestra realidad, ya que nos parece desconcertante. Y solo tengo 21 años. ¿Qué pasará cuando tenga 40 0 60?
«Las mujeres dedican un promedio de 55 minutos diarios en evaluar su apariencia»
Es imposible no notar que hombres y mujeres enfrentan estándares diferentes frente al envejecimiento. Cuando celebridades masculinas encanecen, reciben adejetivos como distinguidos o interesantes. Las mujeres en cambio, parecemos librar una batalla constante contra cualquier signo de madurez física. No hay más que retractarse a la confirmación de datos: la Organización Mundial de la Salud revela que el 67 % de las mujeres mayores de 45 años ha experimentado algún tipo de discriminación laboral relacionada con la edad, frente al 41 % de hombres en el mismo rango etario. Por otro lado, la industria cosmética factura globalmente más de 380.000 millones de dólares anuales, con aproximadamente el 70 % del gasto realizado por mujeres.
Con esto quiero decir que cada día, veo a mujeres debatiendo sobre si teñirse las canas o considerar tratamientos estéticos , mientras los hombres rara vez se preocupan en arreglarse o simplemente por su aspecto. La presión no solo existe, esta repartida injustamente. Por ejemplo, en la película El Diablo Viste de Prada, Miranda Priestly en una escena aparece brevemente sin maquillaje tras una noche difícil, mostrando su vulnerabilidad. La película, quizás sin proponérselo, ilustra como esperamos que las mujeres poderosas mantengan una apariencia impecable independientemente de su edad y situación.
«Si tu aceptas el cambio, aceptas la contradicción»
Como joven comunicadora en formación me pregunto qué discurso podemos construir para reconciliarnos con el paso del tiempo. ¿Es posible crear historias que celebren cada etapa de la vida y no solo idealizando exclusivamente la juventud? Quizás el primer paso sea reconocer que el envejecimiento no es una anomalía ni una enfermedad, simplemente es el paso del tiempo reflejado en tu piel, es decir, llevas contigo toda la historia de tu vida, ¿por qué querrías huir de ello? ¿Por qué querer ser otra persona? Envejecer es el proceso más natural y universal del mundo, todos envejecemos desde que nacemos.
Creo que la diferencia también está en la narrativa social. En algunas culturas orientales y comunidades indígenas las personas mayores son veneradas por su sabiduría y experiencia. En cambio, nuestra sociedad occidental parece haberlas relegado a una invisibilidad incómoda.
Si algo he aprendido observando a mi abuela es que el envejecimiento no es un problema a resolver, sino un proceso a acompañar. No es degradación, es transformación. Rosalía, cantante española, en la entrevista que tiene con Genius analizando su canción Saoko, habla precisamente sobre el cambio y la transformación. La cantautora afirma que «si tu aceptas el cambio, aceptas la contradicción, porque lo que a lo mejor antes no te parecía bien o era como un principio para ti, tal vez si cambias ya no lo es».