«Todos los días son el mismo día»

Sociedad

José Pérez (seudónimo) ha estado cuatro veces en prisión, pasando un total de diez años encarcelado en el Centro Penitenciario Tenerife II. Su infancia no fue nada fácil. Nació en un barrio del norte de Tenerife y la ausencia de su padre y la falta de recursos en su familia de once hermanos le llevaron a contravenir la ley. Sus primeros pasos en el mundo de la delincuencia llegaron con varios robos que le hicieron entrar en prisión. Al salir de la cárcel por la ambición de querer tocar la luna cayó en el tráfico de drogas, al que se estuvo dedicando durante veinte años.

Estuvo en un módulo de ingreso hasta que fue supervisado por diferentes profesionales que le asignaron una celda según su historial delictivo y su personalidad. “Desde que llegas a prisión y cierran la primera puerta, ya tienes la sensación de falta de libertad”, cuenta el interno. La cárcel está dividida en nueve módulos, entre ellos los módulos tradicionales, a los que el interno denomina conflictivos, y los módulos de respeto donde los presos deben hacer una serie de actividades para no ser expulsados. A este último lo considera el módulo de los chivatos. A José Pérez le tocó compartir celda con un preso que había violado a una chica. Dentro de prisión los violadores y asesinos están en el punto de mira por el resto de los compañeros, ya que se les consideran pocos hombres.

En el centro se realizan diversas actividades: albañilería, pintura, cerrajería… “Yo me dedicaba al mantenimiento general”, comenta. También pueden estudiar el Grado de Derecho, pues es el único que se puede ejercer con antecedentes penales. Cada módulo lleva su ropa a lavar una vez por semana y la ropa de cama, cada quince días. Para distinguir las prendas, las marcan por detrás con sus iniciales y número de celda. Algunos de los servicios son dirigidos por los propios encarcelados con sus contratos correspondientes. “En prisión todos los días son el mismo día”, añade. Además, cuentan con un economato donde pueden comprar todo lo que necesiten. Dentro del Centro Penitenciario no disponen de dinero físico. Al entrar les dan unas tarjetas de ingreso con un gasto máximo de ochenta euros semanales.

«En prisión el aire es diferente, es más espeso»


Las visitas son los fines de semana por un locutorio. También hay encuentros familiares en una habitación y visitas de comunicaciones íntimas donde suele ir solo la pareja. José se separó de su mujer y, en la actualidad, tiene una compañera que le ha ayudado a salir de ese mundo delictivo. Ella cuenta que iba todos los sábados a verle y que psicológicamente lo pasó muy mal. “Tenía la sensación de estar presa. Desde que entras en la cárcel notas la falta de libertad”, añade. Los familiares pasan por un fuerte registro al acceder para asegurarse que no portan teléfonos móviles o drogas.

La reinserción a la sociedad es parte del procedimiento. Pedro Luis Rodríguez es un empresario tinerfeño que ha ayudado durante muchos años a diversos encarcelados. “Yo he trabajado muy bien con ellos, nunca he tenido ningún tipo de problemas”, aclara. Cuando están en el Tercer Grado los internos pueden salir a realizar una jornada laboral de ochos horas y durante la noche vuelven a dormir a prisión, ya que disfrutan de semilibertad. Días aleatorios los funcionarios pasan por sus puestos de trabajo para comprobar que están cumpliendo con lo establecido.

A José Pérez le temblaron las piernas cuando salió a la calle. El encuentro con su familia fue un momento muy emotivo. A día de hoy tiene una enfermedad que le impide trabajar, sigue viviendo en el mismo barrio de su infancia y afirma que cuenta con muchas dificultades para seguir una vida normal, ya que donde vive se consume mucha droga y le someten a registros continuos.

Estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna. Tinerfeña amante de las letras. Después de empaparme de esta profesión durante mis dos últimos años confirmo lo que decía Gabriel García Márquez: "El periodismo es el mejor oficio del mundo".

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