Timanfaya, un paseo entre lava y ceniza

Medioambiente

El Parque Nacional de Timanfaya, en la isla de Lanzarote, es uno de los lugares más singulares y diferentes del Mundo. Se encuentra en la parte suroeste de la isla y su origen se remonta a las erupciones ocurridas en los siglos XVIII y XIX, especialmente entre 1730 y 1736. Con una superficie de 51,07 kilómetros cuadrados, ocupa una gran parte de la Isla y recibe al año a más de millón y medio de visitantes, siendo el segundo parque nacional más visitado de Canarias. Debido a su valor ecológico incalculable, fue declarado Parque Nacional el 9 de agosto de 1974.

Timanfaya se formó a raíz de una erupción fisural de características basálticas que se desarrolló a lo largo de una fractura de casi 16 kilómetros de longitud. Las erupciones estuvieron activas durante seis años ininterrumpidos, sepultando nueve pueblos; Tingafa, Montaña Blanca, Las Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Plomos, Testeina y Rodeos. Asimismo, los tipos de lavas que abundan en el parque son las denominadas «aa», con cierto enfriamiento y pérdida de gases, y la «pahoehoe», muy fluida.

Existen diferentes curiosidades del Parque Nacional que no son muy conocidas. En el plano geológico, uno de los hechos más interesantes fue el derrumbe del Volcán de Mazo, cuya pared cayó dentro del propio cráter y produjo cenizas que se extendieron por toda la isla. Otro aspecto a resaltar es la amplia gama de elementos volcánicos, ya que «hay materiales vítreos, muy brillantes y casi negros que corresponden a escoria emitida durante erupciones hawaianas y también, cabellos de Pele, una especie de filamentos de vidrio volcánico del tamaño de un pelo», apunta Carmen Romero, profesora de Geografía Física de la Universidad de La Laguna.

Ante la posibilidad de una posible erupción en el futuro dentro del Parque, la vulcanóloga añade que «debido a la experiencia que posee Lanzarote con Timanfaya y la erupción de 1824, la Isla todavía tiene el potencial de que un volcán expulse lava en un futuro».

Coladas de lava y uno de los volcanes del parque. Foto: Michael Valdivia
Coladas de lava y uno de los volcanes del parque. Foto: M. Valdivia

«Es el único parque nacional de Canarias que tiene litoral, lo que agranda la lista de especies»


Debido a las erupciones que tuvieron lugar entre 1730 y 1736, muchas especies vegetales y animales se vieron afectadas. Aún así, hubo un tipo de refugio que salvó de la desaparición a estos organismos, los islotes. Los islotes son pequeñas elevaciones del terreno que consiguieron evadir las grandes coladas de lava que arrasaban la zona. Un dato curioso es que el Parque Nacional de Timanfaya es el único de Canarias que tiene litoral, lo que agranda la lista de especies.

La flora existente en este lugar es escasa debido al clima seco y a la aridez del terreno. Los líquenes y los musgos son los reinantes en este paraje, ya que consiguen sobrevivir gracias a la humedad que transporta los vientos alisios y a la poca materia orgánica presente en la superficie. Asimismo, también encontramos otras plantas como la tabaiba dulce, el geranio silvestre, el corazoncillo, el verode, el salado blanco, etc.

En lo que se refiere a la fauna, la zona la habitan musarañas canarias, lagartos de Haría o perenquenes majoreros que se alimentan de pequeños insectos y algunas plantas. Las aves, sin duda, son la especie predominante, incluyendo el cuervo, el cernícalo común, el guirre, la pardela cenicienta o la paloma común. Al ser un espacio que limita con el mar, también habitan especies marinas como el águila pescadora, cangrejos rojos, burgados, lapas, morenas, pulpos, salemas, entre otras.

Turistas disfrutando de un paseo montados en camello. Foto: Michael Valdivia
Turistas disfrutando de un paseo montados en camello. Foto: M. V.

Montañas del Fuego


Dentro del parque se encuentra el centro de visitantes diseñado por el artista lanzaroteño, César Manrique, situado en el Islote de Hilario y que, junto al Echadero de los Camellos, forman las denominadas Montañas del Fuego. Las personas que visiten este lugar tan singular tienen la opción de realizar un pequeño paseo montando a camello a la misma vez que admiran el paisaje volcánico. Por otro lado, en el Islote de Hilario se puede disfrutar de una demostración de un géiser al tirar agua a las entrañas de la tierra, que está a una temperatura de casi 300 grados.

A la llegada, quienes lo deseen pueden optar por coger la guagua que realiza un recorrido guiado por la ruta de los volcanes, en la cual se pueden contemplar cuatro volcanes, bombas volcánicas y unas vistas a todo el parque. Otro de los atractivos que más sorprende a turistas y locales es el horno de El Diablo, el restaurante ubicado en el propio islote. Se trata de un horno donde los alimentos se cocinan con el calor que emana las profundidades de la tierra. Desde pollo y brochetas hasta salchichas y pescado, todo se puede cocinar en este particular horno.

Según Sonia Morales, guía de Turismo de Canarias y guía de Timanfaya, «lo que más les impresiona a las personas que visitan este lugar es poder disfrutar de las anomalías geotérmicas, el paisaje volcánico y ver cómo se cocina la carne con el calor de la tierra».

Para las personas que habitaban Lanzarote en el siglo XVIII, que la tierra se abriera ante sus pies fue un auténtico horror que causó miseria y destrucción. Sin embargo, ese caos, trescientos años después se convirtió en el mayor reclamo turístico de la isla gracias a la simbiosis de la naturaleza y a la aportación de César Manrique, que llevaba por bandera el respeto por la naturaleza.

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