'Pose' aborda la realidad de las mujeres trans racializadas en el Nueva York de los ochenta y noventa. Foto: PULL

‘Pose’, empoderamiento en la pequeña pantalla haciendo historia

Cultura / Ocio

El entretenimiento está cambiando, y lo está haciendo para bien. Las nominaciones a los Premios Emmy, publicadas ayer martes, 13 de julio, lo evidenciaron nuevamente. Pose, que optará al título de mejor serie de drama, ha demostrado en sus tres temporadas la importancia y necesidad de la representación positiva de las mujeres trans racializadas. No en vano, se puede decir que ha hecho historia, y es que MJ Rodriguez, por su papel como Blanca, es la primera mujer trans nominada a mejor actriz protagonista de drama. También, Billy Porter, por su personaje como Pray Tell, competirá por el puesto de mejor actor protagonista de drama.

La septuagésimo tercera entrega de los galardones, que se celebrará el 19 de septiembre, ha puesto el foco en una creación que su público ya había recibido con entusiasmo desde su episodio piloto, lanzado en 2018. Y no resulta de extrañar, ya que la industria del entretenimiento rara vez representa con fidelidad, dignidad y sin eufemismos al colectivo LGTBIQ+ como lo ha hecho esta serie. Más aún, como es el caso, cuando se trata de mujeres trans no blancas que luchan contra el VIH, la violencia, los estigmas sociales y la prostitución como única manera de ganarse la vida en el Nueva York de los ochenta y noventa.

Dignidad y autorrepresentación


Pose ha vuelto a poner sobre la mesa la importancia de visibilizar y empoderar a los colectivos socialmente marginados y vulnerables. Las pocas veces que se les da un papel suele ser a través de personajes secundarios, tremendamente estereotipados, y cuya personalidad y vivencias giran exclusivamente alrededor de su identidad de género u orientación sexual. No obstante, en esta historia lo que se muestra son personajes dignos, complejos y protagonistas de sus propias vidas.

La serie explora la peligrosidad y exclusión diarias en diversos ámbitos por ser una persona LGTBIQ+ que, además, van ligados a entornos de pobreza y marginalidad. Sin embargo, lo hace lejos de un tono lúgubre y dramático que suele ir aparejado al típico enfoque que se le da al colectivo en pantalla. Así, Pose gira en torno a la cultura del baile vogue y de los ballrooms, eventos nocturnos clandestinos en los que el colectivo, sobre todo latino y afrodescendiente, iba a bailar y desfilar para expresarse libremente y ganar trofeos.

Ello se desarrolla en el contexto de las Casas, en los que una Madre acoge a personas a las que han echado de sus hogares por su identidad u orientación sexual. Formando una nueva familia, compiten contra otras para hacerse con premios en distintas categorías. Blanca, una joven trans negra que fue acogida años atrás por Elektra, otra mujer trans negra, decide luchar por independizarse y fundar su Casa.

Cuantos más trofeos consigue una Casa, mayor es su prestigio entre la comunidad. Foto: PULL

A lo largo de las tres temporadas, a pesar de todos los duelos y batallas contra una dura realidad, se muestra a personajes empoderados y reivindicativos que luchan por prosperar. Buscan la superación y dejar un legado para que las futuras generaciones puedan vivir, expresarse y ser quienes son con libertad. Poco a poco, subiendo escalones, logran construir sus propias vidas, su presente y su futuro.

Derecho a existir y a la felicidad


El gran éxito de la serie reside, sobre todo, en la ruptura con una cultura cinematográfica cisheteronormativa. Sus protagonistas reclaman sus derechos, y la felicidad o el amor se convierten en aspiraciones realistas. En este caso, la ficción va mucho más allá: la representación positiva de colectivos históricamente discriminados es fundamental para que el público pueda identificarse con lo que ve y proyectarlo en la realidad. Más aún cuando el colectivo se representa a sí mismo, cosa que no es habitual, y es que Pose cuenta con el elenco trans más amplio jamás visto.

Racialización, prostitución, LGBTIQfobia y VIH son algunos de los temas que están presentes desde el principio hasta el final. A lo largo de los episodios, otros igualmente relevantes van aflorando. Sororidad, drogadicción, sexualización de las mujeres con pene o deconstrucción de la masculinidad son algunos de ellos. Siempre con un trasfondo de lucha y fuerza para continuar, pero sufrimiento y dolor por lo vivido y lo perdido.

Por todo ello, Pose se convierte en un imprescindible. No es una serie feliz, y tampoco pretende serlo. Es una serie cruda y real, pero bonita y empoderante, que puede hacer sonreír y llorar en pocos minutos. Y lo que es más importante, demuestra que esas personas marginadas y excluidas, a las que se les ha negado incluso el derecho a existir, merecen un futuro feliz.

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