Los agentes del fútbol base velan por acabar con la violencia

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Cada fin de semana vemos imágenes de furia en los partidos, conflictos en los campeonatos de primera división y rivalidades entre aficiones de distintos equipos. Pero, en las divisiones inferiores, ocurren cosas aún más graves, como peleas de espectadores o entrenadores e insultos al árbitro en presencia de los participantes, menores de edad en su mayoría, afectando así negativamente a su buen desarrollo deportivo.

Samuel Gutiérrez, papá de futbolistas de benjamín y prebenjamín, piensa que una de las causas por la que se crea esta violencia entre los padres es la envidia. «Creen que sus hijos son los mejores y no les ven nada malo, sino todo lo contrario», afirma. Él insiste en que se preocupan demasiado «creyendo que se trata de Cristiano Ronaldo o Leo Messi y no, son niños jugando, nada más».

Además, como lleva más de dos décadas vinculado al balompié de una manera u otra, confiesa que, en general, los que se comportan así no han visto mucho fútbol o no lo han practicado nunca porque, «a partir de mi experiencia, los que han vivido el deporte desde la infancia evitan todos los actos violentos». Sus hijos, de 7 y 8 años, le han confesado en más de una ocasión que al oír insultos o ver peleas en los partidos piensan que están locos y les da miedo. Por su parte, reconocen que «no nos gusta escucharles decir palabrotas».

¿Qué medidas se toman para paliar este problema?


«Cuando los deportistas se insultan o se agreden se les castiga con la expulsión inmediata del terreno de juego. Más tarde, el Comité de Competición determinará la sanción, pero el colegiado en ese momento debe expulsarlo por comportamiento impetuoso o antideportivo», manifiesta Juan Francisco Rodríguez, exárbitro. A su vez, con los entrenadores sucede exactamente lo mismo, el máximo responsable también podría expulsarlos.

Respecto a los aficionados, si ve que peligra su integridad física o la de los competidores en nombre de alguien de la grada, el terciador suspenderá el encuentro sin problema. Más aún, un juez es capaz de dictaminar que algún espectador no entre más a ningún recinto deportivo durante un tiempo determinado. Otra medida sería el cierre parcial o total del campo como forma de castigo al propio club.

Alejandro Arbelo, periodista, Samuel Gutiérrez, padre; Juan Francisco Rodríguez, exárbitro; Lucas y Hugo, jugadores. Foto: A. Expósito

¿Hay machismo en el fútbol base?


Natalia Cabello, entrenadora de los más pequeños de la UD Coromoto, reconoce que, a pesar de que siempre ha pertenecido a clubes que se han alegrado de tener una mujer como técnica, a la hora de competir sí ha recibido agravios de otros compañeros o padres. Ella asevera que no se lo ha tomado como ofensas por ser mujer, sino por pertenecer al grupo opuesto, «no obstante, es cierto que constantemente lo han hecho con comentarios machistas».

Y es que en esta disciplina, según ella, se mantiene muy presente el patriarcado. En efecto, admite que a las mujeres que se dedican a esto les suelen dejar las categorías más bajas, ya que deducen que es más fácil entrenar ahí que a un juvenil, por ejemplo.

¿Y qué ocurre en los medios de comunicación?


Alejandro Arbelo, que ejerce el periodismo deportivo en Radio Club Tenerife – Cadena SER, explica que en el mundo de la información se le da una visibilidad en exceso a la violencia en el deporte rey, sobre todo a través de las redes sociales. La respuesta que tiene esto a nivel social es fantástica, ya que han disminuido las agresiones verbales y físicas considerablemente.

De igual manera, argumenta que los diferentes equipos y federaciones están inculcando muchos valores positivos como el compañerismo, el respeto y la educación. Por último, el periodista concluye: «Quiero quedarme con lo bueno y, aunque no esté solucionado del todo, veo que se está evolucionando y consiguiendo poco a poco erradicar esta cuestión tan grave».

«Estaría bien reunirse con los padres y madres»


Juany García, psicóloga deportiva, expresa que la psicología debe identificar los agentes responsables del conflicto, es decir, si hablamos de violencia entre jugadores, afición o entrenadores. Igualmente se debe analizar si corresponde a un caso aislado o si se repite a menudo. Ella opina que hay que diferenciar la tensión que se produce en un choque caldeado como un derbi de un público agresivo y polémico que continuamente cuenta con situaciones de este tipo.

Su propuesta pasa por hacer un trabajo de prevención: congregarse con los tutores legales antes de comenzar el torneo. Declara que resultaría estupendo dar alguna charla al inicio de la temporada para explicarles a estos los códigos de conducta que el club espera tanto de ellos como de los niños. Asimismo, asegura que «la gente a la que más falta le hacen estas charlas, no aparecen, ya que son voluntarias». Por consiguiente, apuesta por impedirles ir a los partidos hasta que no hablen con los psicólogos.

A su vez, la experta recalca que no hay que darle tanta importancia al resultado, o sea, a la victoria y la derrota, sino al rendimiento. Hay que preguntarle al niño qué tal se lo pasó disputando el partido en vez de si ganó o perdió.

 

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