María José Figueres, Antonia Peña, Rosa Aguilar, Soledad Murillo (secretaria de Estado de Igualdad), Vicenta Mestre, Pilar Aranda y Eva Alcón. Foto: PULL

Las rectoras denuncian sesgos machistas en la universidad española

Universidad

Seis de las ocho rectoras de universidades públicas españolas se congregaron ayer, 20 de noviembre, en Madrid en un encuentro organizado por la Fundación CYD acerca del liderazgo femenino en la universidad. En este debate, en el que también participó la rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar, se puso en evidencia las dificultades y obstáculos en la sociedad actual para ejercer este liderazgo: «No es que seamos mujeres y rectoras, es que somos rectoras pese a ser mujeres». En este sentido, apuntaron que los estereotipos, la invisibilidad y los sesgos machistas dentro de las instituciones son el día a día al que se enfrentan, por lo que propusieron un nuevo modelo de dirección en los centros de educación superior.

En el debate estuvo presente Soledad Murillo, secretaria de Estado de Igualdad, quien expuso que «necesitamos instituciones que se democraticen y que institucionalicen el saber, incluyendo la neutralidad. El género no es un tema, sino una exigencia científica para todas las materias».

Murillo agregó que la universidad ha estado «colonizada por el poder masculino». Además, dijo que en la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) debería haber áreas de género.

Inició el debate, moderado por la periodista Mercedes Wullich, la rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar, quien señaló que, como ingeniera informática, se ha criado académicamente entre hombres, en un ámbito liderado por lo masculino y donde lo femenino era anecdótico y estaba invisibilizado. Tanto es así que, con cuatro sexenios de investigación, ha presenciado como, en ocasiones, no se le reconoce su carrera de investigadora por algunos colegas. «Nosotras podemos, lo hemos demostrado y tenemos que seguir haciéndolo», subrayó.

«Necesitamos varones cómplices»


Vicenta Mestre es la primera rectora de la Universidad de Valencia en 520 años de historia y en su intervención destacó que no tiene sentimiento de culpa, «porque he contado con un marido con el que he corresponsabilizado la crianza. Hay que ser conscientes de que la gestión en el rectorado es muy fuerte y de que aún se nos exige cosas distintas a las mujeres. Necesitamos varones cómplices».

La rectora de la Universidad Jaume I de Castellón, Eva Alcón, hizo referencia a las «mochilas culturales» que arrastran hombres y mujeres, apuntando que «yo no quiero hablar de conciliación, sino de corresponsabilidad».

Pilar Aranda, primera rectora de la Universidad de Granada, institución con más de quinientos años de historia, apuntó que el problema es que las mujeres no se presentan a rectoras. Así, dijo que «debemos ser visibles y resulta que nuestro trabajo no lo es. Nos critican que seamos ambiciosas, cuando resulta que en un hombre eso es un valor positivo».

María José Figueres, rectora de la Universidad Rovira i Virgili, señaló que el porcentaje de rectoras en universidades privadas es sensiblemente mayor, «donde se las valora más como gestoras», indicó.

Finalmente, la rectora de Huelva, Antonia Peña, afirmó que se trata de un problema estructural, aunque se mire a una universidad de quinientos años y a otra de veinte. «A las estructuras de poder se llega cuando una tiene solventada la carrera investigadora, algo que todavía no se da en igual grado entre hombres y mujeres», aseveró.

Retroceso entre el estudiantado


Las rectoras mostraron su preocupación por el retroceso en igualdad que está habiendo entre el estudiantado, volviendo a posiciones de años atrás cuando ellas no se presentaban a delegadas ni lideraban ningún tipo de movimientos que promoviera la igualdad. «Tenemos que cambiar el gobierno de las universidades para que la presencia femenina se visualice con mayor fuerza».

Aunque en la universidad se cobra por categoría docente y existe una aparente igualdad, la brecha salarial se produce en los contratos con empresas donde, nuevamente, la gran mayoría de los firmantes son varones, añadieron las rectoras.

Todas abogaron por una nueva forma de liderazgo, más empático, inclusivo y horizontal, en el que las mujeres se sienten más cómodas pese a que ello pueda entenderse como una posición de debilidad. También añadieron la pertinencia de forzar la igualdad en determinados puestos, proponiendo mujeres, por ejemplo, para los nombramientos de los doctores Honoris Causa, una clasificación liderada, una vez más, por la abrumadora presencia masculina.

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