Orlando Martín Pérez, con uno de sus gallos de pelea. Foto: C. H.

Las peleas de gallos, una realidad presente en las Islas Canarias

Sociedad

El mundo de las peleas de gallos siempre ha despertado polémica en todo lugar donde se practica. Muchos dedican su vida entera a cuidar de estos animales y a prepararlos para pelear en las competiciones. A pesar de que se piensa que son ilegales, en Canarias todavía se mantienen, así como en otra comunidad como es Andalucía. El resto del país ya las ha prohibido, dejando atrás un rastro de personas que las continúan practicando de manera clandestina.

El presidente de la Federación Gallística Canaria, José Luis Martín, tiene temor de que se acaben prohibiendo. Es algo que le preocupa día tras día. Esto debido a que, en la actualidad, hay un borrador por parte del Gobierno de Canarias en el que se aprobaría su erradicación como actividad legal. El presidente afirma que ellos se rigen por la ley 8/1991 y que están haciendo todo lo posible para que esa propuesta no salga adelante. De hecho, a través de la participación ciudadana tratan de frenar el proceso.

La Federación Gallística Canaria se apoya en la ley 8/1991 para llevar a cabo su actividad


Respecto al tema del reglamento, Martín comenta que «en base a la experiencia los gallos no deben luchar más de diez minutos». Destaca que hay un requisito legal contenido en la ley 8/1991 de protección de animales (párrafo cinco) y que todo lo demás lo ha establecido la Federación. «Los auténticos protectores y quien está reglamentando en un 95 % la actividad gallística somos nosotros. Esto en beneficio tanto de la organización como, en un principio, del propio animal», asegura.

En Canarias hay un sistema que es único en el mundo y que se denomina peleas por contrata. Es decir, hay una serie de asociaciones que contratan una temporada entre ellos, algo similar a una liga de fútbol. Por otro lado, están los torneos. Se permite a cada asociación organizar un torneo al año con la finalidad de que puedan financiarse, ya que no tienen ningún tipo de subvención.

Todo el dinero sale del bolsillo de los participantes. Los torneos se celebran en una isla determinada y son organizados por una gallera concreta, llegando a superar los cien participantes. Normalmente suelen ser en un fin de semana, para que se desarrolle de forma adecuada y no haya aglomeraciones.

Existe un sistema de puntuaciones y de tiempo, que se controla desde una mesa durante la competición, para ver quién gana. Luego, por otra parte, los casteadores, que son los propietarios de los gallos en el argot gallístico, tienen su duelo particular por ver quién saca mejores puntuaciones. También, se lleva un cómputo de las victorias y derrotas, así como en cuánto tiempo. Por último, al final de cada temporada, se entregan unos trofeos.

Campeonato autonómico


En los torneos hay una estructura diferente, buscando vencer al mayor número de gallos posibles del rival. Unos jueces controlan la pela y también se entregan unas puntuaciones correspondientes a cada premio que sirven para computarlas en una clasificación general. Al final de la temporada, en la celebración del campeonato autonómico, se entregan los trofeos a los cinco mejores clasificados.

El procedimiento para competir de manera profesional comienza por disponer de un cerco amplio en el campo. El gallo hay que criarlo en tierra y si puede ser en libertad, a pesar de que es algo difícil por el tema de robos y ataques de perros. Por ello, cada gallo debe de disponer de un sitio y tener su espacio, porque si no se matarían entre sí. Buenos gallineros en una tierra húmeda y suelta para que puedan hacer ejercicio. Una vez que tienes tus crías ya te puedes dirigir a la asociación en la que quieras competir y esta te tramitará el carnet ante la Federación gallística.

Un ejemplar típico de las Islas. Foto: C. H.

Todas las islas en mayor o menor medida tienen una cierta tradición de gallos. Unas más que otras. Se suele decir que La Palma es la madre del gallo, es decir, donde se encuentran los mejores. Una diferencia de las peleas en el Archipiélago respecto a otras zonas como Latinoamérica es que se pelea por tradición, a diferencia de otros lugares en los que se pelea por grandes cantidades de dinero, con apuestas de por medio.

La idea de crear una Federación Gallística Canaria surgió en el año 2000 con el objetivo de regular el mundo de los gallos. Salió a la luz con el objeto de elaborar un colectivo unificado que estableciera una serie de normas para la práctica y defender los intereses de aquellos que formasen parte del grupo. En un principio, ante la falta de apoyo, el proyecto fue congelado hasta nuevo aviso. Fue un tiempo después, al experimentar un notable aumento de la actividad, cuando todo volvió a ponerse en marcha. La organización cuenta con unos estatutos legales y una junta directiva.

«La unión, el consenso, la buena voluntad y el respeto a las reglas del juego» son los puntos que destacan en su web. Todo ello para lograr desempeñar el ejercicio de modo normal. A pesar de ello, desde el primer momento han habido detractores que han tratado de derrumbarla. Desde algunos partidos políticos, como Pacma, a grupos contra el maltrato animal han mostrado y continúan mostrando su total oposición al tema.

«Siempre ha sido mi pasión. Es una labor en la que me sacrifico los 365 días del año»


Alonso Plasencia de Paz ha dedicado su vida a criar los gallos. Comenzó en los años 90, siendo un joven casteador criando estos animales. Cuenta que «visitaba las galleras y que le encantaban, lo cual hizo que se adentrara en ese mundo». Empezó en La Palma, después fue a Tenerife y luego a Lanzarote, donde estuvo tres temporadas. Expone, bajo su experiencia, que en casi todas las Islas suelen haber galleras, pero que La Palma siempre era la más fuerte. Estuvo muchos meses como ayudante y como gallero. Revela que ahora tiene que compaginarlo, ya que no es un trabajo fijo.

Lo que más le apasiona no es el hecho de las peleas sino el día a día, la convivencia, entrenarlos, alimentarlos, darles masajes de agua, alcohol o caña. «El gallo es como un jugador de fútbol», declara. Le ves las cualidades, los que te gustan te los quedas y los que no los devuelves. El gallero revela que «le llama mucho la atención la cantidad de policías e incluso de políticos que hay aficionados a los gallos en Canarias. Estos nos defendían y apoyaban». Con ello deja claro que hasta los menos pensados son fieles aficionados.

Plasencia afirma que lo más importante en el gallo es el coraje, es decir, que tenga espuela. Dice que «lo que se suele hacer es mezclar la raza, para conseguir la mejor pieza». A su vez, agrega que lo que él busca es la valentía, antes que la velocidad o el desparpajo. Su razón le dice que esa es la mejor característica a la hora de las riñas. Todo ello le ha llevado a tener un gran recorrido entre las Islas, participando en decenas de contiendas.

Recalca que hay gente que piensa que los preparan o los incitan para que se peleen, pero la realidad es que el gallo tiene ese instinto propio. Afirma que «no sirven sino para pelear, ya que no son aptos para comer». Agrega que es una belleza ver el gallo peleando, es algo increíble. Lo califica como una sensación diferente, de la que sacas anécdotas e historias que compartes con otros casteadores. Su pasión es tal que «le han llegado a bajar lágrimas por gallos».

Orlando Martín considera que las peleas de gallos son una tradición que no se puede perder. Foto: C. H.

Orlando Martín Pérez es otro casteador profesional. Atiende a sus gallos cada día con mucho cariño. Dice que tiene a cada uno en gallineros individuales, puesto que no se pueden tener juntos. Cuida al detalle la alimentación. En verano, por ejemplo, les echa millo, que es lo primordial y un poco de mezcla de palomas, que es más variada acompañada de cebada. Confirma que «hay que sobrealimentarlos». Para ello, les echa pescado, carne, plátanos, huevos duros y semillas. «Siempre ha sido mi pasión. Es una labor en la que me sacrifico los 365 días del año», afirma.

Cada mañana se levanta con ilusión a cuidarlos, algo habitual en su rutina. Coge su coche y se desplaza unos kilómetros hasta llegar a la zona donde los mantiene. Allí pasa varias horas en las que, entre otras cosas, les da de comer y los entrena. Para esto último, tiene un ruedo habilitado para adiestrarlos. Una vez termina, guarda y cierra las instalaciones para regresar a su hogar, siempre con ellos en mente. «Mi prioridad es mantenerlos en las mejores condiciones», indica.

Por todo lo anterior, tiene cierto temor de que cesen las batallas. «Las peleas de gallos no son asesinatos», defiende. Considera que es una tradición que no se puede perder y que la practica porque le gusta.

«Nacen con el instinto y se pelearían igual siendo libres»


Miguel Guerra Martín no es tan experimentado como los dos casteadores anteriores, pero aun así siente verdadera pasión por lo que hace. Se inició en esto hace quince años criándolos de manera individual. Menciona que «desde muy pequeño iba a las peleas y donde hubiera un gallo allí estaba». Es algo que piensa que viene de herencia de su abuelo, el cual era un fiel seguidor y amante de esta práctica. Miguel Guerra ha competido por todas las Islas, ganando varios trofeos como El Prestigio Pollo de Oro.

Su interés y dedicación es constante. Tiene previsto continuar bastante tiempo en activo porque es su verdadera pasión, para la cual dedica varias horas a la semana. Es algo en lo que ha participado parte de su familia por lo que trata de mantener esa costumbre.

Un punto común en el que coinciden los galleros es que piensan que hay una mala información sobre el gallo. «La gente no es consciente de cuántos comercios viven de ellos (farmacias, casas de piensos…). Ahora se crían muchos gallos, y la gente alimenta su economía alrededor de esta práctica», reflexionan. Piensan que no está reconocido porque las personas creen que simplemente es llegar a una valla y hacer que se peleen, pero aseguran que detrás de eso hay más labores. Defienden que «no los incitan, sino que ya nacen con el instinto y que se pelearían igual siendo libres». También creen que si se prohíbe, esa raza animal desaparecería, ya que se dejarían de criar.

La otra cara de la moneda


Las protectoras de animales, así como un amplio sector de la población del Archipiélago se oponen firmemente a las peleas de gallos. Califican de «inhumano» los hechos que suceden dentro de los ruedos de lucha.

La Protectora de Animales y Plantas Benawara de La Palma argumenta que está totalmente en contra de cualquier actividad o deporte que se practique usando animales y además que salgan dañados, heridos, maltratados o muertos. Matizan que son conscientes de que son tradiciones muy arraigadas en algunas partes, aunque en España las luchas entre gallos solo se practican legalmente en Andalucía y Canarias.

Reivindican que «si tanto los cuidan y aman que creen fundaciones sin ánimo de lucro para que no se pierda la raza». Aunque dan a conocer que «eso no interesa, porque lo que hay detrás es mucho dinero y negocios».

La Asociación para la Protección de los Animales (APROA) también muestra su descontento ante esta situación. Exponen que es algo muy perjudicial que se convierte en un tema político cada cuatro años, generando conflictos entre colectivos que están a favor y en contra.

Por último, la Unión Palmera Animalista dice que todo esto es una representación física y social de lo que la sociedad, a pesar de la época en la que estamos, sigue reclamando. Hacen un llamamiento a modo de conclusión argumentando que «solo de nosotros y de los políticos existe el cambio, porque la ley continúa existiendo de manera oficial para todos».