Luis Vargas (meteovargas.com)

La psicología humana pone freno al cambio climático

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Según un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford, la psicología humana podría influir en los hábitos y costumbres de los ciudadanos ante un fenómeno tan extendido en la actualidad como el cambio climático. El ser humano, según los resultados de este análisis, tiende a actuar para recibir beneficios y evitar pérdidas a corto plazo, y suele negarse a hacer frente a retos tan complejos como impedir la contaminación del planeta.

El estudio forma parte de una investigación multidisciplinar llevada a cabo por la Alianza del Milenio para la Humanidad y la Biosfera, que ha contado con la colaboración de expertos en Biología como Paul Ehrlich y Marcus Feldman, en Psicología como Lee Ross, en Economía como Kenneth Arrow, y en Política Medioambiental como Donald Kennedy, entre otros profesores de la universidad californiana.

Los resultados fueron publicados hace unas pocas semanas en un artículo en la revista BioScience. En él, los científicos han expuesto los límites con los que se han encontrado durante la aplicación del estudio y señalan las posibles estrategias a seguir para cambiar el comportamiento descrito. Estas políticas se sitúan en diferentes ámbitos como la educación, la comercialización y otras intervenciones de carácter psicológico que ayudarían a derribar esas barreras y hacer frente al cambio climático.

Uno de sus autores principales, el profesor de Psicología Social de Stanford, Lee Ross, en relación con la importancia del estudio, señala que “los costes de la inacción podrían ser catastróficos en términos de pérdida de producción de alimentos, el aumento de los mares, la pobreza y otras amenazas para la salud y el bienestar humano”.

Para evitarlos, el grupo comenzó la investigación analizando pequeñas poblaciones donde la intervención psicológica habría conseguido soluciones medioambientales importantes. Ellas demostraban la influencia del entorno social en el modo de actuar humano con el planeta. Un sencillo experimento que llevaron a cabo los investigadores consistía en reducir el gasto de energía de un conjunto de familias indicándoles que estaban consumiendo mayor cantidad que sus vecinos.

Así, con este fácil método de aprendizaje cognitivo han ido hallando pequeños cambios en las decisiones y prácticas de las familias estudiadas. Se trata, según sus responsables, de una buena forma de incentivar medidas locales que fomenten la conservación de la energía, y que, a su vez, puede ayudar a generar nuevas normas sociales y una serie de sanciones para quienes las incumplan. Aun así, Ross indica que la verdadera necesidad es llevar a cabo una acción colectiva que represente cambios significativos en el comportamiento de las sociedades ante el cambio climático. “La acción efectiva, incluyendo la investigación tecnológica, podría devolver grandes dividendos a las nuevas industrias, al medio ambiente y a otros trabajos que sirven a nuestros intereses nacionales y al bienestar de nuestros ciudadanos”, añadió.

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