Exteriores del antiguo Convento de San Sebastián. Foto: Álvaro Tortú

La pequeña ciudad de las palabras

Literatura

El pasado sábado día 8 de diciembre finalizó la XXIII edición del Festival Internacional del Cuento en el municipio tinerfeño de Los Silos, bajo la dirección de Ernesto Rodríguez Abad. Tras cuatro días de actuaciones, espectáculos y palabras que protagonizaron los nombres más importantes e influyentes del sector de la narración y de la creación literaria, los visitantes pudieron disfrutar de un pueblo sumergido en las letras, en diferentes culturas y bajo la armonía de unos textos y unas voces que siempre enriquecen la atención prestada. El silencio y la noria de la cotidianidad ya giran en el entresijo de unas calles torcidas y de adoquines azabaches. A pesar de esto, la pequeña ciudad del cuento protege durante todo el año esa esencia que es una de las bases del evento.

El festival logra que la solera se mezcle con la vanguardia en unos días en el que la literatura consigue salir de su biblioteca hacia las esquinas más remotas. Un lugar donde los cuentos hacen brotar la fantasía: criaturas de madera, globos de cartón que hacen volar a la imaginación, etc. El crepitar de las tardes quema las ventanas y las puertas mientras todas ellas parecen dejarte pasar. Los balcones vivos se abalanzan sobre los visitantes y las horas alimentan la viveza de este sitio cómplice.

Uno de los corazones del evento es el antiguo Convento de San Sebastián, donde las huellas de solemnidad se amontonan a su entrada. En su interior un patio se abre a la luz natural de la hora y la madera cruje y se retuerce inmóvil, mientras cierto misticismo inunda el edificio paso a paso. En la segunda planta las habitaciones se disponen a ser descubiertas. Dentro de ellas, las paredes parecen que aún sostienen conversaciones, el tiempo, vivencias de antaño. Los ventanales parecen puertas donde se logra escuchar la ordenada algarabía de las calles y de la gente, alternándose premeditadamente, mordiéndose, agarrándose suavemente, acariciándose…

Visitar Los Silos supone muchas cosas, incluso descubrir una iglesia disfrazada de blanco. Pero lo realmente importante son las cuantiosas posibilidades que ofrece la cultura en todas sus facetas, cuando se despliega como un abanico. Como la literatura puede  retener las horas, la música correr en la plaza, el teatro dar luz natural y reflejar mediante la fantasía de que forma es la realidad. Y es que la ‘pequeña ciudad de las letras’ es un escenario: espejo del alma y de la vida.

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