El filósofo hindú Jiddu Krishnamurti. Foto: PULL

La naturaleza de la relación

Literatura

Cuando uno avanza ávido de conocimiento a lo largo de Internet o por librerías y bibliotecas debe hacer una pequeña pausa para hojear títulos que puedan interesarles y ver si se ajustan a las cuestiones que tiene en mente. Este pequeño ritual se torna en un acto necesario para tomar un respiro de la búsqueda planificada y expandir el campo de los intereses a temas que, por lo general, no suelen llamarnos la atención pero cuya lectura puede despertar en nosotros una llama que haga prender el bosque de los prejuicios en el que nos vemos inmersos a diario y del que no somos capaces de percatarnos.

Sobre las relaciones del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, es una obra que habría rechazado unos años atrás tras leer su premisa, al confundirlo con el típico libro de autoayuda barato que traza unas consignas inservibles en la vida real. Por suerte, la situación personal privada que llevo ha dado pie a que mi cerebro se pregunte sobre como se da la conexión vital con las personas que me rodean, lo que me ha permitido descubrir las interesantes lecciones que el autor es capaz hacer llegar a través de sus coloquios, pues el escrito es una transcripción de lo tratado en sus conferencias.

El pensamiento sin directrices


Es reconfortante encontrar una filosofía tan personal como es la de Krishnamurti, basada en un aprendizaje empírico que usa para despiezar la idea que tenemos de las relaciones y los problemas que surgen de ellas, sin por ello mostrarnos un camino que seguir, actuar de gurú o intentar meternos a la fuerza una serie de conceptos que dejan confuso al oyente. Su visión es simple y se basa en reflexiones concretas y específicas que nos permiten darnos cuenta de forma individual de las trampas mentales que creamos por culpa de no poseer un conocimiento real de nuestra psique a la hora de relacionarnos.

El conocimiento no puede adquirir ni sabiduría ni amor. Por consiguiente, es muy importante comprender toda la estructura de la relación porque esa es la base de nuestra vida. Desde la relación tienen lugar todas nuestras acciones. Si la acción es meramente la continuación del conocimiento, se vuelve mecánica. Y nuestra acción llega a ser mecánica cuando se basa en la rutina y el conocimiento. Cuando hay libertad respecto de lo conocido, la relación cambia totalmente. (Pag. 77)

Jiddu Krishnamurti señala que actuamos a partir de los recuerdos, por lo tanto, la relación que sostenemos con nuestro entorno se mantiene con el fin de perpetuar el placer que extraemos del otro individuo, ya pueda manifestarse este bajo los nombres de amor, amistad o familia. Si nuestra pareja nos deja y se va con otro, nosotros nos enfadaremos porque ya no podremos recibir aquello que nos daba. Esto no es amor según el filósofo, porque defiende que en él no intercede el yo, es decir, es algo natural que se da sin esperar recibir nada a cambio.

El amor es algo que no puede ser cultivado, no es una cosa que la mente pueda comprar. Si usted dice «Voy a practicar la compasión», entonces la compasión es algo de la mente; por lo tanto no es amor. El amor adviene secretamente, inadvertidamente, plenamente, cuando comprendemos todo el proceso de la relación. Entonces la mente está quieta, no llena el corazón con sus propias cosas; por lo tanto, eso que es amor puede surgir a la existencia. (Pag. 46)

Es un libro ligero y corto para aquellas personas que gusten de reflexionar sobre una materia que domina nuestra vida y es la que ha conformado lo que somos a día de hoy. El autor cree con firmeza que si logramos comprender como funcionan estos mecanismos del subconsciente, seremos capaces de actuar de manera correcta al librarnos de la carga de recuerdos que nos lo impide. Con independencia de la ideología que profese, una obra particular que seguramente le haga meditar sobre la complicada naturaleza del ser humano.

"Yo quiero escribir sobre el placer de dar una puñalada en una noche de lluvia, la locura del alcohol en la sangre y el miedo dulce que me reconforta”. Felix Francisco Casanova de Ayala

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