Tomás Roncero, periodista del diario 'As' y tertuliano del 'Chiringuito de Jugones', ataviado con una bufanda del Real Madrid. Foto: PULL

El periodismo de bufanda

Sociedad

El fútbol, ¡ese deporte rey que reúne a millones y millones de personas frente al televisor o ante un diario deportivo! Un coloso que mueve masas y, aun más si cabe, si se relaciona con el periodismo, la forma de comunicación masiva por excelencia. España es un país con gran tradición futbolera, por lo que los medios dedicados a este ámbito se encuentran entre los más consumidos: las retransmisiones televisivas más vistas cada año coinciden con partidos y los cuatro periódicos deportivos más conocidos (Marca, AS, Sport y Mundo Deportivo) se encuentran entre los diez más leídos, según el último Estudio General de Medios.

Una gran influencia y, por tanto, un gran compromiso social de una profesión que puede ser considerada uno de los grandes vehículos de la ética. Pero, ¿es el periodismo de bufanda, aquel que toma partido, antideontológico?. Para Manoj Daswani, jefe de Deportes en Radio Club Tenerife, “el periodismo deportivo sufre las consecuencias de tres grandes males que han empobrecido el valor del producto: la crisis económica y sus secuelas;  la conversión de formatos periodísticos en mero espectáculo, y el afán de los digitales por ganar visitas a cualquier precio”.

Jiménez: «El Chiringuito de Jugones no es periodismo»


Estas tres características son las señas de identidad del periodismo de bufanda, un modelo joven que pone en tela de juicio la calidad, neutralidad y la veracidad de unas informaciones que han mutado a puro show, en muchos casos, o, por el contrario, se quedan en rumores que vulneran todos los principales códigos deontológicos. Algunos ejemplos son las portadas parciales, los intereses comerciales, el servilismo con clubes o futbolistas determinados, imágenes manipuladas, el ocultamiento de datos, los rumores, campañas personalizadas, etc.

Portadas del Sport y Mundo Deportivo del año 2010. Foto: PULL

Pero los verdaderos estandartes de esta modalidad son los programas de tertulia, espacios que según Rubén Jiménez, redactor jefe de la sección del Real Madrid en el diario Marca, no forman parte de la profesión. “El Chiringuito de Jugones no es periodismo, sino un entretenimiento protagonizado por tertulianos que perpetúan el forofismo”. Sin embargo, no olvidemos que los primeros forofos son aquellos que lo demandan, y estos productos son consumidos por más de un millón de personas a diario.

Tertuliano o periodista futbolístico


Como punto de partida habría que buscar el lugar intermedio entre negocio e información, y entre los llamados tertulianos y los periodistas futbolísticos. Los primeros, protagonistas absolutos, pueden ser opinadores al uso, profesionales que basan su actuación en el entretenimiento, o jugadores y entrenadores retirados. En este sentido, el periodista de Marca apunta que gran parte del éxito viene de «la creación de ciertos personajes a partir de unas determinadas demandas del público, el cual quiere ver un tertuliano con el que identificarse”.

Momento del programa Chiringuito de Jugones en Mega. Foto: PULL

En cambio, el profesional de la información futbolística cumple con la ética profesional, las principales normas y códigos deontológicos, además de no quebrantar el contrato fiduciario con el público, a pesar de las mayores licencias con las que se cuentan en ciertos géneros como la crónica, el artículo de opinión o la narración. “El buen profesional de la información deportiva tiene conocimiento de muchas áreas, respeta la intimidad del implicado, se documenta con fuentes diversas y, sobre todo las respeta», asevera Daswani.

¿Ética en el tratamiento informativo deportivo?


La respuesta la podemos encontrar en numerosos estudios que se están elaborando al respecto. Uno de ellos es la tesis doctoral de Javier Gómez Bueno, de la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Murcia. En dicho análisis, centrado en los cuatro diarios deportivos españoles más leídos, se confirma la existencia del forofismo, en muchos casos llegando a tener tintes propagandísticos en la prensa deportiva catalana.

El autor de la tesis llega a estas conclusiones tras efectuar una investigación de más de un millar de textos informativos, de los cuales se concluye que la mitad de ellos son especulativos y un tercio opinativos. Los parámetros utilizados en el estudio fueron: la parcialidad y la subjetividad del profesional, la distinción de géneros periodísticos, la inclusión del rumor como elemento noticioso, el número de fuentes consultadas por noticia, el sensacionalismo, el lenguaje emotivo y belicista y sus connotaciones violentas, así como las acusaciones infundadas de corrupción arbitral o estamental.

Con estos resultados, cuesta negarse a la existencia del periodismo de bufanda. Su influencia en la proyección de conductas, en la formación cultural e idiomática, al igual que la gran repercusión social y grandes beneficios económicos que encierra deberían estar sometidos a una regulación o vigilancia moral. La pasión habrá que dejarla para los aficionados y no para profesionales cuyo mayor cometido es dar un servicio honesto y veraz a la audiencia.

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