Carlos Hernández, estudiante de cuarto año de Filosofía en la ULL, prepara su TFG en el que aborda un análisis filosófico de la saga 'Star Wars' . Foto: Alexis Rodríguez.

¿Cuánta riqueza genera pensar?

Artes y Humanidades

«Elegir la carrera que te guste» o «Elegir una carrera que tenga salidas». Sin duda, es el dilema al que se enfrentan muchos estudiantes al terminar Bachillerato y que suele producir una mayor jaqueca a aquellos que barajan estudiar una disciplina relacionada con las Artes o las Humanidades. Entre ellas se halla la Filosofía o la designada por Bertrand Russell como el ejercicio intelectual que se encarga de responder a las preguntas a las que la ciencia no tiene acceso.

En líneas generales, teniendo en cuenta los perfiles de trabajador de carácter científico y técnico que demanda el mercado actual, hay que descartar que alguien se matricule en Filosofía respondiendo al segundo tópico, sino más bien por seguir el libre curso de su curiosidad.

Si alguien decide dedicar una mañana a recorrer el Campus de Guajara de la ULL es probable que se tope de repente con un edificio manchado de diversas frases, garabateadas deprisa, que reflejan el descontento y resentimiento hacia ciertos rasgos del sistema educativo. Si te cruzas con estas manifestaciones de enfado habrás llegado al Anexo de Guajara, recinto en el que se cursa Filosofía e Historia del Arte. Dos de la carreras anudadas con firmeza y maña al adjetivo inútil. Y no hay que olvidar que en torno al 10% de los alumnos españoles se decantan por las facultades de letras, según datos del último informe Datos y cifras del Sistema Universitario español.

¿No interesa?


En el interior del aula de segundo año de Filosofía es probable que presencies a alrededor de 20 jóvenes atendiendo a las lecciones del profesor. Pero si te adentras en una de Ingeniería Informática tendrás que colarte en dos aulas para ver a todo el alumnado de segundo año. ¿Por qué hay facultades en la ULL donde hay estudiantes que no consiguen asiento en un aula con 70 sillas y otras en las que todo el curso ocupa un aula casi vacía en relación con otros grados?, ¿no hay interés por la materia que estudia nuestro pensamiento?, ¿es inútil?, ¿o tiene que ver con las salidas laborales?…

Algunos alumnos de Filosofía explican el  poder que reside en esta materia y cuestionan la definición de utilidad e, incluso, de universidad. Esta disciplina se ha pretendido borrar de los planes de estudio de bachillerato en España en reiteradas ocasiones y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha anunciado que la dejará de subvencionar porque afirma que no es productiva, junto a Sociología. Así, ha provocado que la comunidad universitaria ocupe las calles brasileñas para protestar. Mónica Marantes, estudiante de segundo año de Filosofía en la ULL, tiene claro que Bolsonaro comete un grave error y hace semanas firmó una solicitud para evitar que sus acciones afecten a la carrera de la crítica.

«Si tuviera el miedo de quedarme sin hogar, quizás hubiera estudiado otra cosa»


«El pensamiento lo es todo», afirma de forma contundente Andrea Rodríguez, alumna que cursa su primer año de Filosofía en la ULL tras abandonar el grado de Física y que responde con la misma convicción que el economista, humanista y escritor José Luis Sampedro al pronunciar en numerosas entrevistas lo siguiente: «No hay libertad de expresión sin libertad de pensamiento». Y precisamente es en esa construcción de una visión independiente en donde interviene la carrera del saber, en la capacidad de poder plantearte las cosas no solo desde tu punto de vista, sino desde cualquier otro, argumenta Andrea como si complementara las palabras de Sampedro.

Además, destaca que se matriculó en este grado porque desde hace mucho tiempo le inquietan preguntas relacionadas con la existencia y necesita encontrar respuestas. También comenta lo siguiente: «Mi madre dice que no estudie esto, sino cualquier otra carrera. Voy a cursar un doble grado en Madrid de Filosofía y Política. Eso la tranquiliza más porque piensa que tiene más salidas».

Y explica que, por ahora, no ha pensado dejar la carrera a pesar de ser consciente de las reducidas salidas laborales en los grados de Humanidades. «Sé que si fracaso mis padres podrán proporcionarme una cama. Tengo esa tranquilidad. Probablemente, si no tuviera esa seguridad hubiera hecho otra cosa. Sé que no voy a quedarme en la calle y por eso también puedo estudiarla. Si tuviera el miedo de quedarme sin hogar, quizás hubiera estudiado otra cosa», detalla la universitaria.

«Vivimos en un mundo que no te permite dudar»


Yaiza Castro, alumna del primer año de Filosofía, expresa de forma muy breve lo siguiente: «No vas a dedicar tu vida a algo que no te guste». Y al igual que Andrea coincide en que sus familiares le presentaron objeciones al decidirse por estudiar este grado y piensa que «ningún padre quiere que su hijo estudie en vano». A lo que añade que sus parientes le recomendaban que cursara otros grados con más salidas laborales, como Derecho o Traducción. Pero ella se negó y estudia esta materia por «saber por el mero hecho de saber». Opina que es útil porque te proporciona la capacidad de valerte por ti mismo y desarrollar un pensamiento autónomo válido para poder discernir entre el bien y el mal o lo justo e injusto. Imprescindible para la toma de decisiones propias. «Vivimos en un mundo que no te permite dudar», puntualiza.

Aaron Martín y Javier González, estudiantes de segundo año de Filosofía, comparten la perspectiva de que esta disciplina es cuestión de vocación. «Tal y como la entiendo yo, tiene más que ver con una opción vital que con la orientación hacia un futuro laboral», comenta Javier, que abandonó sus estudios de Derecho al tercer año. Además, posee una percepción particular de la universidad y la contempla como una institución en la que vas a aprender algo, no como una preparación para el ámbito laboral. Junto a su compañero Aaron recalca que el sistema discurre en la dirección de suprimir las Humanidades y catalogan a las acciones de Bolsonaro con la siguiente palabra: «Locura».

«Somos sección en la ULL, ni siquiera somos facultad. Y eso deja claro el mensaje»


«La función de esta carrera es debatir sobre las ideas que la gente usa día a día y a veces no son conscientes de ello. Por ejemplo, que sus comportamientos han sido pensados por otras personas», expresa Javier para demostrar la capacidad que tienen sus estudios de desgranar al ser humano. Detalla lo siguiente, a modo de definición de qué es la Filosofía: «No se dan cuenta de que su forma de ser es una amalgama de distintas corrientes filosóficas e influencias provenientes de la sociedad… Y en este grado lo que hacemos es investigar sobre ello, sobre quiénes somos».

«Somos sección en la ULL, ni siquiera somos facultad. Y eso deja claro el mensaje», afirma Aaron dejando escapar una risa. A lo que añade que el plan de estudios de la carrera cuenta con que gran parte de las asignaturas están vinculadas con cuestiones prácticas y que parecen hacer  de la carrera del pensamiento crítico un anexo a la ciencia o cierta aclaración lógica de los presupuestos científicos. Además, al igual que su compañero Javier, echa en falta más asignaturas de ética o estética.

«Las Humanidades están desprestigiadas con respecto de las Ciencias»


Cursando el último año, junto a nueve compañeros más, se encuentra Carlos Hernández que está preparando su TFG. Su trabajo consiste en un análisis filosófico de la saga de Star Wars en el que aborda cuestiones relacionadas con el feminismo, la desigualdad o el totalitarismo inspiradas en las célebres películas, demostrando que la actitud filosófica puede orientarse hacia cualquier elemento cultural. «Creo que el saber te llama y tienes que acudir a él», comenta el estudiante sobre por qué se matriculó en este grado. Además, resalta que sus amigos y familiares le recomendaban que hiciera una carrera como Psicología, que tiene más salidas. Él considera que «las Humanidades están desprestigiadas con respecto de las Ciencias».

«Cuando tú te topas con un libro como podría ser Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer, que realiza una crítica total del sistema en que vivimos, te arrastra a replantearte y eso es lo que el sistema y el estado no quieren», sentencia Hernández. A lo que añade que la educación para llegar a formar filósofos requiere de un aprendizaje que dure alrededor de veinte o treinta años. Y argumenta con lo siguiente: «La esencia de esta disciplina no se puede reducir a la mera academia, a un proceso de estandarización como las demás carreras, sino que tiene que ir por libre…».

Nos aproximamos al final del reportaje y aún no se ha aclarado la cuestión de la utilidad de la carrera de Sócrates, Aristóteles o Nietzsche.  ¿Para qué esos gruesos volúmenes repletos de textos enrevesados y contradictorios?, ¿para qué se escribieron los Diálogos de Platón o El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer?, ¿con qué utilidad?

«Depende de cómo lo mires puede servir para todo o para nada»


Puede que nunca se elabore una conclusión clara y concisa, pero algunos continúan esbozando hipótesis. Hernández tiene una respuesta a nuestra duda, como aspirante a gran pensador intenta zanjar la pregunta, se detiene unos segundos para meditarla, escribe la respuesta en silencio y pronuncia estas palabras: «Depende de cómo lo mires puede servir para todo o para nada. Si te sitúas en el camino hacia el que la sociedad se está dirigiendo de producción es una piedra para el camino. Pero si nos centramos en un sentido humanístico y antropológico, cómo no vamos a preguntarnos acerca de si lo que estamos haciendo está bien o mal o la constitución del sujeto. Son preguntas tan fundamentales y tan difíciles de responder, que simplemente se mira hacia otro lado y se sigue continuando. Pero tienen que responderse». Solo unos pocos se atreven.

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