Simone Pedroni y Sara Andon en la apertura de Fimucité 2019. Foto: D. Barroso

Ennio Morricone suena, el mundo calla

Cultura / Ocio

Una flauta travesera, un piano de cola, dos maestros de la música y centenares de personas fueron los ingredientes perfectos para felicitar a Ennio Morricone por su noventa cumpleaños sin necesidad de entonar la típica canción señalada para esa celebración. Ante la atenta mirada de un público que se emocionó desde el primer minuto de la actuación, dio comienzo ayer viernes, 20 de septiembre, la decimotercera edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité). Sara Andon con los brazos en alto y Simone Pedroni con las manos sobre el teclado fueron los encargados de interpretar las bandas sonoras (BSO) de películas clásicas compuestas por Morricone.

Las voces humanas desaparecieron en el interior del Teatro Leal y fue entonces cuando Andon, con un traje colorido y repleto de brillantes en el torso, y Pedroni, vestido de negro, entraron en el escenario. «¡Agacha la mirada, maldito!» fue lo que gritaron de repente los zapatos rojos de charol del pianista. Los artistas quedaron iluminados por luces tenues y anaranjadas que consiguieron crear un clima confidente. Los compases se convirtieron en susurros y, de vez en cuando, los músicos dirigían miradas al auditorio con una sutileza propia de artistas brillantes.

El programa de Ennio Morricone encantó. Foto: D. B.

Las composiciones más esperadas


El recorrido por la vida del compositor italiano comenzó con varios fragmentos pertenecientes a la película Hasta que llegó su hora y consiguió hacer mover la cabeza de algunos asistentes. Las notas graves y las agudas, el ritmo y el tacto sedoso de la melodía encajaban a la perfección.

Entre película y película, aplausos, pero también tuvieron cabida los suspiros y los comentarios de alegría cuando llegó el momento de escuchar tres de los temas más importantes de Cinema Paradiso. Sin duda, se trató de una de las piezas más esperadas.

El entusiasmo y los vítores no acabaron ahí. Justo después llegó otro de los platos más fuertes de la noche, un manjar caracterizado por la aventura, la religión, la crueldad y, sobre todo, por la fe. La Misión causó auténtico furor entre los espectadores. Cascadas mimetizadas con lágrimas o lágrimas tan intensas como cascadas fueron el broche de oro para demostrar que las vidas de Rodrigo Mendoza y del Padre Gabriel tenían un hueco especial en el corazón del público.

Diego Navarro, Simone Pedroni, Robert Townson y Sara Andon. Foto: D. B.

Artistas caídos del cielo


Después del primer y único descanso del evento, Pedroni y Andon, con un vestido diferente y mucho más brillante, reaparecieron con sus instrumentos como ángeles de la guarda con sus arpas. Y es que en efecto fueron los encargados de salvaguardar la magia de las partituras de Morricone y recibieron el calor del público en todo momento. El repertorio continuó con ¡Agáchate, maldito!, Días del cielo y Érase una vez América. Sin embargo, las manos de los presentes estaban ansiosas por aplaudir a la BSO de Los intocables de Elliot Ness.

Al Capone, de pronto, era menos malo: se había transformado en una composición sublime. El tic tac del reloj se hizo notar, pero esta vez no fue porque cayera un carrito de bebé por las escaleras, sino porque los asistentes no querían que acabara lo que estaban presenciando. Como si fuera parte de un sueño delicado a punto de romperse, los músicos se pusieron en pie con movimientos lentos y, tras agacharse ante los vítores que estaban recibiendo, pudieron comprobar que todos los asistentes habían dejado la comodidad de sus asientos para ovacionarles como merecían.

Por ello y en muestra de agradecimiento, retomaron sus posiciones iniciales y deleitaron al público con tres temas más pertenecientes a Un asunto de amor, Por un puñado de dólares y… El bueno, el feo y el malo. Al salir, para variar, no hacía frío en las calles de La Laguna. La calidez del primer evento de Fimucité consiguió traspasar las paredes del Leal y llegar, quién sabe, hasta el propio corazón de Italia y del propio Morricone.

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