La historia de Elif es la de miles de niños refugiados. Foto: PULL

Crónicas de la parca

Literatura

Pum. Pum. Pum. Jadeos. Sudor en la frente. Lágrimas en el rostro. Calambres en las piernas. ¡Pobre desgraciada! Corre sin saber que no hay salida de este infierno. Nunca la hay, no al menos si yo estoy al final del camino. Y en este caso, aquí estoy esperando a que llegue el final de esta pequeña. Sé que puedo sonar cruel y es probable que me odies por hacer lo que hago, pero en mi defensa diré que ese es mi trabajo. Hoy quiero contarte la historia de Elif. Ella es una niña hermosa que adora saltar sobre los charcos de lluvia que se forman cada mañana en el zoco. Aunque ahora chapotear sobre ellos no tiene gracia para ella…

Lo que antes eran charcos de agua caída del cielo ahora son ríos de color rubí. A Elif también le encanta la luna. ¡Cuántas noches habrá pasado en vela para ver las estrellas fugaces! Claro que ahora lo único que parece fugaz es su vida, que pende de unos cometas cargados de metralla.

Bang. Bang. Bang. ¡Corre! ¡Huye! Sal de ahí… si es que puedes.

El barrio de Elif es uno de los más concurridos del centro y se caracteriza por su olor a especias, frutas frescas del mercado, pan recién hecho, flores silvestres, alegría y felicidad. Sin embargo, desde hace un tiempo está impregnado por un hedor a carne quemada, pólvora, sangre derramada, sufrimiento y tristeza.

Ratatatá. Ratatatá. Elif es una nena de bucles castaños rebeldes. Hace poco decidió cubrirlos con un velo negro. Con suerte, así podría esquivar a los bárbaros para salvarse de la desgracia.

Catapum. Después de atravesar miles de kilómetros rodeada por amasijos de escombros, cadáveres abandonados a la intemperie, gritos desgarradores de quien lo ha perdido todo y ensordecedores bombardeos, llegó.

Por fin. Silencio.

Delante de sus pequeños ojos esmeralda se refleja el azul cobalto del mar. Las olas se balancean tranquilas bajo la luz de un sol que volvía a ocultarse en el horizonte. Su barbilla titilante me dice que va a llorar. Tiene miedo, lo sé.

-¿Acaso la marea me llevará a un lugar mejor? – se preguntaba la chiquita

Puede ser. Lo cierto es que estaba esperando sentada entre las rocas a que esta inocente alma desesperada llegara a mi. ¡Quién lo diría! Yo, que siempre he trabajado en tierra firme ahora tengo que segar vidas en el mar. Supongo que la tierra está ardiendo tanto que el mar parece la única salida a las llamas.

Elif es una chica valiente. Lo descubrí en el momento en el que sus cortas piernas avanzaron con paso firme hacia su destino final. Ella no me veía, pero yo sí contemplé cómo las olas abrazaban su delicado torso y la acunaban lejos de la barbarie hasta engullirla por completo hacia sus profundidades.

Durante todos estos milenios he visto almas grises, negras, putrefactas, al igual que almas blancas, puras, hermosas. Cuando me topé con Elif, la suya tenía una tonalidad especial, pues desprendía pura inocencia, bondad, dulzura y amor. Lástima que me la tuviera que llevar, ¿verdad?

 

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