La obra, que fue cancelada el día de su estreno en diciembre, rompió anoche con su propio 'fatum' y conquistó al público del Paraninfo. Foto: PULL

‘Antígona’ o la invitación a la revolución

Cultura / Ocio

En los minutos previos al arranque de la función, ayer domingo en el Paraninfo de la ULL, Ariadna Simó se pasea entre el patio de butacas. Se entretiene en una charla distendida con algunos de sus amigos. Lo deduzco por el afecto que se desprende de los gestos. Son, por orden de registro, una sonrisa tímida que le desea mucha mierda, un ligero apretón en el hombro y un abrazo rápido los que se suceden atropelladamente antes de que se apaguen las luces. Quizás Simó esconda algo (o mucho) de la propia protagonista de su obra. Porque Antígona es una mujer fuerte, valiente en su pequeña locura revolucionaria, arriesgada, fiel a sí misma y, en definitiva, libre.  

Por eso no me extraña el escupitajo que Simó expele al público desde el mismo arranque de su revisión feminista del clásico de Sófocles. Así, una base de rap irrumpe en el escenario nada más abrirse el telón, sustituyendo las túnicas del mundo clásico por una todopoderosa solista arropada por seis bailarinas de danza urbana. Pero la innovadora puesta en escena no es lo único llamativo. También el atrezo, junto al vestuario, resultan del todo desconcertantes. Los palés, los neumáticos desgastados, los pantalones de cuero, las melenas anaranjadas y los trajes galácticos (a lo El quinto elemento), desempeñan, todos ellos, la misma función: descontextualizar un discurso con plena vigencia histórica y ubicuidad geográfica. 

Compromiso social


Porque si algo caracteriza la nueva propuesta de Magua Producciones es, precisamente, el compromiso social. Eso y, por supuesto, un buen puñado de temas musicales de lo más bailables. De este modo, sobre las tablas se pasearon éxitos de todos los tiempo del calibre de No es serio este cementerio (Mecano), versiones en español de cantantes internacionales como Sia o Radiohead e incluso producciones propias, como Hijo de Creonte, de Ruymán Afonso (excelente en su papel de Hemón).

Música en directo, puños alzados y mujeres que luchan contra su destino enfrentándose a la oligarquía de hombres que las oprimen son los ingredientes con los que se basta la joven dramaturga tinerfeña en esta suerte de manifiesto feminista que combina diálogos fieles al original y preocupaciones de calado moral, además de social. Con todo, la Antígona que conocíamos hasta ahora se desmelena y se convierte en una hipérbole de su propia rebeldía en la que sobra espacio para algún que otro momento de humor y de interacción con el público en una historia cargada de tragedia no solo por el fatum que acecha a la protagonista y con el que juegan las moiras, sino por la verdad incómoda que representa.

La gata sobre el tejado patriarcal


Además de Antígona (Desirée Barrios) y Creonte (Carmelo González), brillaron con luz propia Edipo (Armi D.) y la voz principal del profético coro griego (Lucila Juliá). Sin embargo, fue Río Bassit, en el papel de Corifeo, la mano derecha del tiránico que rey que sentencia a una muerte indigna a Antígona por enterrar a su hermano en contra de su edicto, la que soportó todo el peso de la función. Ni siquiera los fallos técnicos del sonido lograron amedrentarla y supo hacer frente tanto a los ritmos de Gata Cattana (que, a modo de estructura circular, abría y cerraba la obra) como a los intensos parlamentos en los que reflexionaba sobre el papel de la mujer en la sociedad, el paso del tiempo o el miedo al cambio y lo diferente. Y, pese a sus dudosas intenciones desde un primer momento, termina por fumigar todo atisbo de maniqueísmo de una propuesta de por sí bastante politizada (hubo cabida para alguna que otra alusión a la extrema derecha en general y a Vox en particular).

Más allá del acabado escénico, Simó y su tropa (aprovecho aquí para suscribir la reivindicación de la figura del ayudante de dirección tan aplaudida este fin de semana en los Goya) han conseguido una proeza de proporciones epopéyicas: ejercer, a través del arte, el derecho básico de la justicia social. Frida Kahlo, Virginia Woolf, Juana de Arco y Simone de Beauvoir están de enhorabuena: Antígona, como los buenos personajes de ficción, pasará al imaginario feminista de buena parte del público gracias a una obra fresca, moderna y, ante todo, atemporal. “Somos dos mujeres, no podemos contrariar a los hombres”, sugería la pánfila de Ismene al comienzo de la obra. Que el Bella ciao de Río Bassit sirva de contesta a esa y a cualquier otra lacra social.

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