«Comprar las últimas tendencias o morir»: el eslogan que las grandes marcas nos han inculcado. Foto: PULL

¿Qué esconde el ‘made in’ de tu ropa?

Opinión

En la actualidad se producen alrededor de 80 000 millones de prendas en el mundo. De forma común se dice que vestimos a modo de carta de presentación para identificarnos o potenciar nuestro atractivo. Para poder llevar a cabo esta ardua tarea debemos comprar cerca de diez kilos anuales de ropa, por lo general, en compañías internacionales. La industria textil de cara a la sociedad suele resumirse en grandes multinacionales donde ataviarse de manera bonita y novedosa a un precio módico. Pero, ¿cuál es el verdadero costo que deja tras de sí este sector?

Desde el lado medioambiental resulta ser la segunda industria más contaminante después del petróleo. Sí, la segunda. Culpa de ello tienen la utilización de fibras sintéticas, tintes tóxicos o pesticidas para el algodón. Es responsable de producir el 20 % de las aguas residuales a nivel mundial, así como el 10 % de las emisiones de carbono.

Una vez fabricadas las telas, éstas son enviadas a los costureros. Mi abuela era costurera y recuerdo verla hablar con sus clientes para fijar día de entrega y precio. Los trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes, al servicio de las grandes marcas realizan jornadas de hasta 100 horas semanales para poder cumplir con los plazos que les son exigidos.

Cómplices de un delito humanitario y medioambiental


Para nosotros poder obtener prendas de buena calidad a precios asequibles debe haber una persona cosiendo a un mínimo de 5000 kilómetros y cobrando una media de 0,24 céntimos por hora trabajada. Aquí empieza el negocio de la conocida como moda rápida, o sea, «el fenómeno de producción y consumo masivo en el que el tiempo de vida de cada prenda es drásticamente reducido». Anualmente se tiran alrededor de 300 000 toneladas de ropa en buen estado, que no se amontonan en la beneficencia o tiendas de segunda mano. Es tal la magnitud de residuos que existen vertederos de ropa, evidentemente no biodegradable.

En un mundo tan globalizado es normal sucumbir ante la tentación de querer comprar la última colección de nuestra tienda favorita, pero una vez se revela el coste real detrás de cada camiseta o pantalón entra en juego el juicio moral de cada persona. Resulta sencillo hacer caso omiso a todo el proceso anterior, pero si seguimos dando poder, traducido en dinero, a firmas cuyas prioridades son las ganancias, muy probablemente acabemos acelerando una crisis medioambiental que, hoy en día, es imparable.

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