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Opinión

Ni a favor, ni en contra. A favor del diálogo, de la comprensión y de la democracia. En contra de los apaleamientos, de la supremacía y el control dictatorial. No se trata de apoyar una ideología, se trata de encontrar la humanidad de la que tanto se habla y poco se hace presencia. Un siglo después, los franquistas han sido sustituidos por el Gobierno y parte de los españoles del siglo XXI, quienes demostraron en la plaza de Cibeles que de todas las carencias que tiene el país, la de la democracia es la más grande. No bastó con que España sirviera de escenario para una recreación de la dictadura que inundó el Estado durante 36 años, y tampoco bastó con la demostración de la unidad de España al son de las armonías del Cara al Sol.

Pero, en este punto, ¿de qué otra manera se podría manchar la tolerancia y libertad que, según muchos, caracteriza a la nación? ¿Por qué no reprimirlas manchando las calles catalanas de tiranía, totalitarismo y violencia? ¿Por qué no utilizar la ilegalidad que singulariza las actuaciones de los catalanes como excusa para atizar a todo civil atinado? ¿Por qué no llamar “unidad de España” a una apología del fascismo?

«Quizás se debería empezar a llamar a las cosas por su nombre y no disfrazarlas de una libertad aparente y oportunista»

Quizás se debería empezar a llamar a las cosas por su nombre y no disfrazarlas de una libertad aparente y oportunista. Quizás se debería dejar de llamar “ejemplo” a 893 heridos por tratar de ejercer el derecho a voto, el cual es reconocido en el artículo 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, los cuales habían servido de vínculo al supuesto avance de la democracia. Quizás sea la omisión de las reiteradas peticiones por parte de los catalanes o la denominación de las duras represalias contra los mismos como “medidas contra la deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado” las razones por las que se hayan convocado 65 000 manifestantes en el Día de la Hispanidad en Barcelona.

No se trata de apoyar la independencia o permanencia de una comunidad autónoma; sino de la existencia de igualdad de derecho, de una ilegalidad igualmente manipulada para todos. Se trata de descentralización, equidad y justicia.  Además, ya lo había asegurado Adolfo Suárez: “No se puede pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar, porque en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores”.