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Rupatrupa: «Los músicos de verdad tienen que vivir del directo»

Cultura / Ocio

El Café 7 huele a tierra y a cerveza de tarde. Roberto Ruido, ingeniero de Telecomunicaciones y madrileño de nacimiento, habla entre el barullo como cantante del grupo Rupatrupa, el cual lo forma junto al saxofonista Mathias Burgos-Villa y el acordeonista Nadir Sigolo. Desde la Península, Italia y Colombia se ha creado el espíritu de este trío de origen lagunero que, desde hace tres años, inunda las calles y se nutre del directo para crecer con la presencia del público a un palmo de sus narices. La viralidad de las redes sociales ha puesto en el punto de mira a esta nueva formación que apuesta por una marca personal que dé algo diferente: energía.

¿Cómo empezaste en la música? «Desde muy pequeñito tuve la suerte de que mis dos hermanos mayores me inculcaron la música, a su manera, junto a otro primo, que es como otro hermano. Lo bueno es que cada uno me dio un estilo diferente y, entonces, con nueve años ya probé a tocar una guitarra. Esta me la ayudó a comprar mi hermano, la cual era malísima para alguien pequeño porque las cuerdas estaban muy altas y, ya luego, a los once, me compré una eléctrica y empecé a tocar. Nunca he tenido un profesor, ni he estudiado ni nada, ha sido a mi bola, y en cuanto a lo que es vivir de la música fue al llegar aquí a Tenerife».

¿Cuándo decidiste venir? «Fue cuando terminé de estudiar en Madrid, me agobié con todo y decidí cortar. Primero fui a Melilla, donde tengo familia, y después con mi prima, que vivía en Mallorca en ese momento, me dijo que se venía a Canarias para terminar la carrera de Biología, no sabía muy bien a qué isla pero allá se iba. Y yo le dije ‘pues me voy contigo, me da igual, quiero ir a donde me apetezca’. Y así llegamos aquí hace tres años, y desde entonces».

A partir de ahí comienza Rupatrupa… «Tal cual llegué aquí no tenía ningún plan, ni de trabajar ni nada. Tenía, y tengo la suerte, de que mis padres me ayudaran con el dinero cuando lo necesito, aunque ahora gracias a la música soy más independiente. Pero bueno, me ayudaron mucho. Buscaba trabajo de lo que fuese y me puse a tocar en la calle. Era algo que siempre había querido hacer en Madrid, pero allí era más complicado, y llevaba mucho tiempo cantando pero nunca lo había hecho en público. Siempre había tenido un montón de miedo escénico y aquí, hace tres años, dije: ‘Mira, ya está, hazlo y que sea lo que dios quiera’. Entonces, empecé a tocar y, una vez paseando por la ciudad con mi prima, escuché un acordeón que estaban tocando a Yan Tiersen, que es un compositor que me encanta, y me acerqué y era Nadir. A partir de ahí le dije ‘mira, yo quiero tocar contigo’. En ese mismo momento, yo llevaba la guitarra y toqué con él, mi prima tocó con él, y ya nos dimos los números».

¿Y luego? «Luego, al tiempo, nos dejamos de ver, pero me dio de nuevo la venada y me dije que tenía que volver a tocar con él, me encanta lo que hace, voy a tocar con él, me dije. Además, conocía a un chico que tocaba el saxofón que, justamente, compartía piso con Nadir, ‘sí, vive en mi casa, igual, tal, vente para acá’, y así desde que llegué».

Casi el destino…  «Bueno, yo digo las coincidencias. Pero sí, desde entonces no hemos dejado de trabajar. El nombre cambió. En principio, nos llamábamos ‘Roberto Ruido y la Trupa’. Este es mi nombre artístico, como muchos colegas me conocían, la gente me llama de todo, Ruper, Rupa, Rupatrupa… Y un día me dio por buscar qué significaba trupa y, creo que es en rumano, que significa banda, o tropa, y luego truppa en italiano significa también algo así. Así que quedó perfecto.

«El problema es que el lugar en sí está en contra de que haya artistas»


Tú eres de Madrid, Nadir es de Milán, y Mathias es de Francia aunque nació en Colombia, ¿qué aporta cada nacionalidad? «Aportan de todo. Por ejemplo, Nadir trae la cultura del acordeón de Italia, donde es la cuna de este instrumento, donde más nivel hay y como no para de investigar. Hace tanto jazz como clásico y es muy versátil ya que hay mucha gente que te dice que es de mano derecha, que lo que realmente pasa es que son pianistas, por lo que utilizan solo una y dejan la otra para dar fuelle y no la usan. Pues él ha traído esa cultura, que es mucha más rica. Y Mathias la cultura unas raíces muy diversas ya que es colombiano, aunque con dos años se viniera a Europa».

¿Cómo ves la escena musical canaria? «Lo que veo es que hay mucha gente esforzándose en que mejore el circuito para la gente que queremos tocar, y veo que hay mucha gente, que son los que mandan, como los ayuntamientos, que parece ser que tienen el objetivo contrario. Por ejemplo, cuando llegué aquí me enamoré de La Laguna porque en muy poco espacio, y de manera gratuita, disfrutabas de espacios como el Café 7, en el Tintín, el Aguere… Había de todo. Y eso se lo han cargado. Entonces, la escena de los artistas me encanta porque parece ser que por metro cuadrado hay muchos, pero luego el problema es que el lugar en sí está en contra de que estén estos artistas».

¿Y las redes sociales cómo les ha afectado? «Las redes sociales, como por ejemplo Youtube, nos ha dado un impulso que no esperábamos. Ha sido todo como muy rápido. David Sales, que es quien se encarga del canal de Sesión de Micros Abiertos, nos ha comentado que está flipando porque no había pasado nunca con otro grupo aquí, pero claro, ahora hay que trabajar de pasar de lo virtual en lo real: hacer conciertos y ver qué tal. Nosotros siempre en los conciertos nos llevamos casi siempre sorpresas para bien. Por lo que vemos, nos paran, nos saludan, nos dicen que les gusta… La gente veo que nos sigue, nos conoce, pero no sé a qué escala, porque luego es difícil ponerlo en números reales».

¿No piensas en volver a Madrid, al epicentro? «No. Por ahora, no. Mucha gente me dice que cómo es que siendo de Madrid me haya venido aquí, ¡y a intentar vivir de la música!, y yo les digo que allí no era feliz, y aquí sí. Me parece básico. Es una putada coger un avión y pagar la guitarra, que además no te lo ponen nada fácil, yo me dejo una pasta en el trayecto a la Península, y además llevando percusión… Pero prefiero estar así, tal vez pasar una temporada, quizás, tocando, pero por ahora de aquí no me quiero mover. Para nada».

¿Quiénes son tus referentes? «Yo soy súper mal lector, y me sorprende que a la gente le guste tanto las letras. Es algo de lo que todo el mundo me habla y, realmente, leo mucho pero para informarme. Busco información en Internet sobre gente que me gusta, a quienes sigo… Entonces, referentes literarios no te puedo dar, pero de música sí. Calle 13, Yann Tiersen, Extremoduro, Mark Knopfler ,y mi grupo referente, Metallica, fue con quienes empecé a tocar la guitarra eléctrica. Esa fuerza que saco para cantar puede que sea por ellos. Luego, todo el mundo me dice que me parezco al Muchachito por tocar con los pies, lo cual fue realmente fue una necesidad ya que mpezamos a tocar en la calle los tres y, de repente, dije, a ver si meto un cajón, me siento en el mismo y si meto una pandereta, y una caja… «.

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«El mayor clima de felicidad que puede haber es componer»


La manera de impostar la voz… Lo he trabajado mucho. Prueba, haz lo que tú quieres, no te hagas daño, claro. He cambiado mucho en cuanto al ‘qué quiero encontrar’».

¿Cuál es el proceso de creación? «Para mí es lo mejor. Lo que es de vivir de la música viene de eso: el mayor clima de felicidad que puede haber es componer. Y componer que, a veces, te tiras una noche escribiendo una canción y la ves al día siguiente  y ‘menuda mierda’. No usas nada, o solo un cacho de guitarra o una frase. Pero ese momento no te lo quita nadie, que es el de mayor felicidad. Igual que también hay veces que quieres componer algo y te atranques y no te salga durante días… El proceso, no tengo norma. Lo empiezo a hacer sin querer. Me pasó algo y me puse a escribir, y me gustó la sensación. Fue esto de acabo de coger esto que tengo aquí dentro y lo pongo en un papel, lo pongo con acordes y no es el hecho de quiero componer, sino ahora necesito componer. El proceso suele ser que cojo la guitarra porque me apetece tocar y me empiezo a inventar algo o algo que ya tengo y lo comienzo a completar, o voy por la calle y se me ocurre un silbido, un arreglo, y lo grabo con el móvil… Borracho pasa un montón, esto de que estás en el baño sin el móvil encima y ya ves que la pierdes, aunque he aprendido a decir que ya vendrá otra».

No tienes un orden… «No, no tengo un orden, lo que sí suelo hacer es que todo va junto. No soy de escribir una letra y luego intentar cuadrarla en unos acordes, lo voy haciendo todo a la vez. En muchos artistas que me gustan, noto que, casi seguro, la cuadran en un ritmo o una melodía, y creo que siempre va a quedar un trabajo mucho más fino si lo haces todo a la vez porque tú en ese mismo momento en el que dices una palabra pues resulta que queda mejor dos, o tres, o cambiarla por otra… Es como el juego del cadáver exquisito. Pero nunca te va a quedar igual. La única norma que tendría sería esa: que van saliendo a la vez».

Si de algo se suelen caracterizar tus letras es de que hablan de cosas cotidianas… «Básicamente, trata de eso. Una amiga cada vez que oía una canción que sacaba nueva resultaba que me decía: ‘Tío, es que sabemos todo lo que te pasa, sobre todo tu vida amorosa, cuéntanoslo’. Tal vez eso pasa porque no se me da bien hablarlo».

¿Como una terapia? «Siempre. Me cuesta decir que soy artista, pero para la gente que lo piensa, creo que un verdadero artista lo tiene que tomar como una terapia, una necesidad. Es que, realmente, si dejas de verlo como esto puedes estar estudiando el mercado y tu objetivo sea que ya no necesito crear porque sí sino porque quiero ganar dinero, entonces entran cosas que, para mí, no son el fondo del arte».

¿Qué te parece la incursión de nuevos cantautores como La Otra, el Kanka, Kilombo y demás, en comparación con otro tipo de música más ‘vendible’? «Por parecer, me parece fatal. A mí me parece que la música está estrechamente ligada a la inteligencia, y en ese sentido si esta está triunfando… A ver, no creo que si una persona que escucha reguetón lo llevas a un auditorio y lo pones en frente de una orquesta potente no se van a emocionar, pero ni siquiera van a pensar en eso porque no tienen ese tiempo para abrir esas miras. La industria de la música donde más dinero gana es en la radio, en los discos… Por eso, hay mucho consumidor que es simplemente ‘ponme lo que quieras’, y de ahí a que finalmente me aprenda ‘Despacito’. Si hubiera una cultura diferente en la radio y se viera que hay cosas variadas, esto cambiaría. Por ejemplo, hay gente que estudia un montón, que investiga sobre esto, que es una ciencia aparte de un arte, y en cambio, hay otra gente que, no sé lo que hacen, que, de repente, ganan un montón de dinero. Ahora, si lo ganan es porque lo producen y, si lo producen es porque hay gente consumiéndolo».

«Los músicos de verdad tienen que vivir del directo»


¿Y el pirateo? «Yo soy el primero que consume un montón de música gratis y cuando tengo dinero acudo a los conciertos. De pequeño me compraba un montón de discos, luego empecé a salir de fiesta y llegó Internet, y se vino el E-Mule y demás, e empecé a descargarme canciones. Yo soy el primero que las composiciones que he hecho las he puesto en Internet, y seguiré haciéndolo. Si algún día no lo hago, tú misma me mandas esta grabación y me dices ‘mira, tú me dijiste esto’, porque creo que intentar vivir de eso no tiene sentido. Es decir, existe, alguien puede coger y subir tu disco… A mí me molestaría, por ejemplo, que una productora que tuviera mucho dinero pues me robara una canción para ponerla en una película, coño, tienes dinero, págame, pero prefiero que la gente que puede invertir su dinero en venir a un concierto, lo haga. Porque, realmente, los músicos de verdad tienen que vivir del directo».

¿Piensan pasarse a grabar a un estudio? «Internet ha democratizado muchísimas cosas. En la época de los Beatles no estaba al alcance de cualquiera, y ahora nosotros hemos grabado una maqueta con un material de mierda, y se puede hacer un sonido igual de bueno. Ya no hace falta tener un estudio detrás para sacar una producción que a la gente le guste, no hace falta ni siquiera que sea un material de calidad. Hubo un momento en que si no era por una marca o empresa no habrías podido sacar el disco. Hay muchos músicos que se quejan de Internet, son de otra época, pero yo no lo entiendo. Creo que las nuevas tecnologías son un arma de doble filo, para todo, pero que si lo sabemos utilizar, será muy potente para lo bueno».

¿Y cómo se viven esos directos? «Siempre que nos subimos en el escenario lo pasamos increíble, la química que hay entre nosotros es fantástica. La gira que hicimos el año pasado por la Península fue muy dura, sobre todo a nivel físico, incluso tuvimos que dormir en la calle una vez, o que una guagua nos fallara y ya no llegabas. Entonces, esto hizo que en muchos conciertos no se notara esa relación por el cansancio más que nada. En cuanto a la energía interior… Somos tres colegas pasándolo de puta madre, y nos emocionamos cada vez más por lo que vemos enfrente con la gente».

¿Recuerdas el primer concierto de Rupatrupa? «Fue en La Terrera, en una especie de jam session. Presentamos nuestro proyecto con un par de canciones ante unos amigos, fue súper guay. Eso lo habíamos estado preparando a través de: ensayo, calle, ensayo, calle… Y después en un concierto, como tal, fue en el Tintin, sin contar con ese. Yo siempre he tenido un miedo escénico brutal, si te fijas, en los vídeos siempre canto con los ojos cerrados, las cámaras parece que te están apuñalando y, al final, lo he vivido como un subidón, como una droga, a la que me he terminado enganchando. Sin embargo, esa sensación empieza a chocar con la de no querer defraudar a la gente. Cuando llevábamos a amigos o a gente que liábamos por la calle pues teníamos menos responsabilidad que ahora, que sabes que la gente puede que te esté escuchando todos los días, que hay quien te lo dice, y que está delante de ti y se sabe la canción. Es más, yo me equivoco a veces, y estoy con la guitarra y la percusión y se me va y justo en ese momento veo a alguien cantando y… Lo vivo con una felicidad, pero también con una presión mayor».

«La calle te enseña de todo»


¿Qué les ha enseñado la calle? «La calle te enseña de todo. Muchos artistas que han estado tocando en la calle dicen eso de, me gustaría verlos a todos, a esos que están triunfando, tocando aquí, y es verdad. Te enseña lo duro que es querer vivir de la música sí o sí, te enseña que puedes hacerlo, a tocar con frío, con mucho frío y mucho calor, te enseña un montón de las personas… Un músico de la calle no deja de aprender cada día. Una mañana ganas poco dinero, y ves que ha podido ser por el cansancio porque se nota en la energía de la música, o en una discusión que hayamos tenido los tres y luego de salir se nota que sigue ahí, se transmite. En la calle, sobre todo, si no lo haces bien, no ganas dinero. Ahí no la puedes fastidiar».

Tiene que ser duro… «No es un ensayo, ya que no puedes pararte y decir ‘mira, mejor así’, pero tampoco es un concierto como tal. Una anécdota, cuando yo empecé a tocar era solo con la guitarra. Me acuerdo que en la Catedral, uno de los primeros días, se acercó una mujer muy, muy, muy mayor que era llevada por otra porque apenas podía andar, y la mujer anciana se paró, se lo dijo a la chica con la mano, me señaló, se empezó a acercar, y se quedó como a dos palmos míos y se puso a bailar al ritmo del reggae, y ahí flipé y dije: ‘Quiero seguir con esto’. Las mejores anécdotas las he tenido con personas mayores o con niños, te das cuenta de que son dos edades en las que, o todavía no has aprendido lo que es la vergüenza impuesto por la sociedad, o ya te da igual absolutamente lo que piensen de ti».

¿Y en cuanto a los permisos en la calle? «Quiero que los den ya. Cuando llegué lo conseguí y a los seis meses se me caducó. Me parece que es una manera de regular ese circuito, ese trabajo, y me parece que es una manera de que lo que estás haciendo sea legal. Porque hubo un momento en el que el Ayuntamiento… Llevo un año y pico esperando, parece ser que interesa que tú no seas legal. Si tú molestas a alguien, pero si tienes el papel que te permite estar ahí, pues es lo que hay. Y a ver, yo no estoy aquí para molestar a nadie, es más, se pasa mal cuando estás tocando y tienes que estar pendiente, muchas veces entramos a las tiendas y preguntamos si está muy alto, o si molestamos, o nos lo dicen. Nos gusta eso, porque si no estás a gusto no vas a estar bien. Aún con eso hay gente que le molesta, y sin ese permiso que demuestra que lo haces de manera legal, viene la policía y te saca de ahí. Además de que es una manera de que haya un diálogo entre la gente a la que le molesta y los que sí que quieren que estemos».

¿La policía les ha dicho algo? «Sí, sí, el saxofón suena muy fuerte, o la caja… Hemos tenido problemas, un montón de veces. Y al no tener ese permiso pues estás haciendo algo ilegal, que aquí por ejemplo la policía no te multa porque es una petición por parte del ayuntamiento, pero siempre estás en ese límite. Por eso sí es necesario ese permiso».

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«Creo que la música se tiene que comprometer con todo»


¿Crees que hay un compromiso en la música? «Creo que la música se tiene que comprometer con todo. Nosotros hemos tenido conversaciones muy fuertes con este tema. Nadir, por ejemplo, nos lo dice, es además de un proyecto una manera de transmitir un mensaje, como una herramienta positiva. El mensaje se ha ido construyendo por la gente, que nos dicen que transmitimos una energía que te cagas, repartís amor, dicen, y para mí el mensaje esencial es, por el hecho de vivir de la música, es que tienes que hacer lo que te apetezca. No en plan anarquía sino persigue tus sueños, esfuérzate, y que no vaya en detrimento de la libertad o felicidad de quien tienes al lado. El reguetón es algo en donde artistas están influyendo en todo el mundo y no se dan cuenta que su mensaje llega a millones de personas en el mundo. Yo me pensaría cada palabra de cada canción».

Se crea una responsabilidad… «Al principio no pensaba en eso, yo cantaba lo que me apetecía, pero llega un momento en el que me di cuenta que la gente lo escuchaba, y tienes que empezar a plantearte ciertas cosas. Todavía no me he decidido cambiar ninguna letra, pero es verdad que si se me pasa una idea loca por la cabeza diría ‘espérate’. Tienes la posibilidad de transmitir algo positivo, hacer algo al respecto en vez de, por ejemplo, enviar mensajes machistas que, finalmente, calan».

Después de dos maquetas, ¿hay disco a la vista? «El disco lo que quiero hacer, básicamente, es grabarlo por las Islas Canarias, grabarlo en exteriores, sin estudios, lo cual no creo que sea necesario. Primero, cuesta un dineral, y creo que hay maneras de hacerlo donde disfrutas más y puedes plasmar la energía musical, y luego, que básicamente la energía que transmites en un estudio es ni parecida a la de un cuartito grabado en un directo como hicimos en su momento. Hacíamos varias tomas y, finalmente, nos quedábamos casi siempre con las primeras. No es que esté en contra de los estudios, sino que con el avance de la tecnología del sonido se puede grabar algo que esté bien y a que la gente le guste. Y, junto a esta grabación, a la vez, me gustaría hacer una especie de una película documental. Cada vez está más cerca y, con ello, hacer a la gente participe a través del crowfounding«.

Has nombrado mucho a los seguidores, a ese público que les escucha por la calle, en los conciertos, ¿son la cura contra las dudas de la vida del músico? «Lo que nos da gana todos los días es que hay gente que nos mandan mensajes que nos dan las gracias por la música que hacemos. Contra eso ya no hay nada con lo que pueda darme el bajón. No tenía dudas de qué hacer pero sí de cómo hacerlo porque no te da para vivir de esto, ese era el miedo. Y nos preguntan que cómo lo conseguimos, y la clave es que gastamos muy poco. No ganamos nada, pagamos alquileres bajos y es una media… Claro, es en mi caso. Pero no es el ganar mucho o poco sino en lo que lo vas a gastar. Tuve que parar un tiempo debido a una lesión en la muñeca y durante un mes entero mis padres me tuvieron que pagar el piso y mandarme dinero para comer. Yo he dejado deportes como el fútbol porque si me rompo algo pues hasta luego, pero pensar para mí no es dudar, y creo que es la clave que las cosas hayan ido bien. No estoy entre un ‘no, sí, no’… Es un sí, ahora, la duda es el cómo: cómo hacer que esto sea rentable, que me haga feliz. Mis padres han dudado, que me haya ido lejos, después de lo que he estudiado…».

Pero las semillas de aquella primera maqueta se siguen sembrando… «A nivel literal, me han dicho que no lo diga que queda muy mal, pero es que no me han crecido, y algunos me mandan fotos de lo bien que están las plantas, y no lo entiendo. Pero a nivel metafórico, sí, tal y como entendemos el proyecto, es no parar de plantar y no parar de cuidar lo que se ha cultivado. Con esa primera maqueta fue el inicio de esa semilla con la que continuamos hoy en día».

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